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Oscar López y el proceso político en EEUU

Oscar López Rivera es el primero en atar los cabos sueltos de la política estadounidense y reconocer que la oportunidad para que el presidente Barack Obama le otorgue clemencia puede estar amarrada al calendario electoral de este país.

En mayo cumplirá 33 años en una cárcel federal, más que ningún otro prisionero político en la historia de Puerto Rico, lo que eleva la presión desde la Isla y la diáspora a favor de su excarcelación.

Al hablar de la petición de clemencia que aún está  bajo revisión en el Departamento de Justicia de Estados Unidos, aunque  en teoría puede  ser decidida por el presidente Obama sin esperar por ese análisis, López Rivera  mantiene viva la llama de la esperanza, pero no se hace de ilusiones falsas.

Tomando en cuenta las duras críticas que recibió del Congreso el presidente Bill Clinton cuando en agosto de 1999 decidió otorgarle clemencia a una docena de prisioneros políticos puertorriqueños, incluido López Rivera, muchos piensan que al presidente Obama se le hará menos complicada una decisión favorable después de las elecciones legislativas de noviembre, en las que los demócratas defienden el control del Senado y buscan recuperar la mayoría de la Cámara de Representantes.

En 1999, hasta la entonces primera dama y precandidata al Senado federal por Nueva York, Hillary Clinton, criticó la decisión de su marido.

López Rivera cumple una condena de 70 años tras ser convicto inicialmente de sedición por sus vínculos con el  grupo  Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), que desde la clandestinidad luchó por la independencia de Puerto Rico y reclamó la autoría de atentados en  Estados Unidos.

A menos que el presidente Obama intervenga, tendría que cumplir por lo menos otros nueve años de cárcel antes de poder  obtener libertad bajo palabra. Para entonces, tendrá 80 años y habrá estado en prisión 42 de ellos, más de la mitad de su vida.

López Rivera conversó el miércoles por teléfono con El Nuevo Día, después de que el Negociado de Prisiones volvió a denegar una petición para que fuese entrevistado en persona en la cárcel de Terre Haute, en Indiana. 

Para esta entrevista, la segunda que le hace este diario por teléfono en ocho meses y la tercera en los últimos ocho años, se quiso, además, prohibir que la entrevista fuese grabada. 

El Negociado de Prisiones no dio nuevas razones para negar la entrevista en persona, aunque en 2013 atribuyó  la decisión a asuntos de “seguridad”.

En junio pasado, la conversación giró en gran medida sobre el haber estado tantos años alejado de su familia, su rutina en la prisión y cómo la discriminación y la marginación de  las minorías en Chicago (Illinois) le llevó a crear conciencia sobre la situación política y colonial de Puerto Rico.  (http://www.elnuevodia.com/eltiempovaasermio-1534469.html)

Esta vez, López Rivera  habla  del proceso político que rodea su solicitud de clemencia.

 También repasa su decisión personal de haber renunciado a la lucha armada y la insistencia de algunos sectores de tratar de conectarle con el bombazo a la Franceus Tavern, ocurrido el 25 de enero de 1975 en Nueva York, y que causó cuatro muertes en un bar que solía ser centro de reunión de ejecutivos de corporaciones estadounidenses.

Niega tajantemente tener sangre en sus manos.

Sigue dibujando y ahora  lee sobre Franz Kafka y la guerra de  Vietnam.

¿Alguna señal de que avanza su petición de clemencia?

“Es difícil tener una idea clara. Para que se tome una decisión se tienen que cuajar ciertas condiciones que favorezcan tanto al presidente como al Partido Demócrata. Hay que estar consciente de que cuando (Bill) Clinton tomó su decisión en 1999 cayó bajo un ataque bien feroz, 95 senadores y 311 congresistas lo censuraron. Eso tiene que causar alguna intimidación (en la Casa Blanca), más aún cuando Eric Holder (actual secretario de Justicia) participó de aquel proceso (como subsecretario de Justicia)”.

¿Pensó que ocurriría la Navidad pasada?

“No. Nunca caigo en un optimismo ilusorio. Trato de mantenerme en calma y pensar cuáles serían las condiciones más apropiadas. Hay que recordar que en el 1999 ya Clinton había sido reelegido y tenía un interés especial por su esposa, además de que el partido demócrata estaba en una posición muy fuerte. Eso contribuyó mucho a su decisión”.

A pesar de eso, Hillary Clinton rechazó la clemencia.

“No creo que podía ser elegida si el ataque que hubo hubiese sido dirigido a ella. La política es así”.

¿No piensa en si está lejos o cerca la decisión?

“Lo más que enfatizo es que tenemos que fortalecer la campaña al máximo. Eso es lo que puede hacer influenciar a los políticos, que son ‘contadores de habichuelas’ y hacen lo que les conviene a ellos y a su partido”.

En Puerto Rico, sin embargo, hubo cierto pesimismo porque vieron a Obama indultar en diciembre a más personas que nunca.

“Ha aprobado indultos suaves, aceptables, que no van a crear ninguna controversia como las que tuvo Clinton con clemencias como las otorgadas (al recaudador Marc) Reich y a nosotros”.

 ¿Ve mejores posibilidades después de las elecciones legislativas de noviembre o de las presidenciales de 2016?

“Las condiciones empiezan a mejorar después de las elecciones de 2014, si se sigue el mismo patrón de Clinton. Es entonces cuando es más favorable el momento para que se tome una decisión positiva”.

¿Como evita el pesimismo?

“Lucho por mi patria. Donde está la fuerza es en la lucha. No me puedo dar el lujo de caer en un optimismo ilusorio, pero tampoco en la desesperanza. Las luchas se hacen por amor y mi corazón está lleno de amor por la patria. Puedo llenar mi corazón todos los días de amor y compasión. No dejo que ni el odio ni el miedo me obcequen”.

 Para aclarar el récord, hay gente que puede aún desconocer la razón,  ¿por qué no aceptó la clemencia de Clinton en 1999?

“El primer factor fueron las condiciones que me impuso el presidente (Clinton) y el segundo que él excluyó a dos de mis compañeros de causa: Haydée Beltrán Torres y Carlos Alberto Torres (ya liberados). Me requerían 10 años más de cárcel y por mi propia experiencia en estos ‘gulags’ sabía que había mucha oposición y se haría bien difícil salir si pudieran evitarlo. Han hecho todo lo posible para ver si no salgo de la prisión con vida. No podía cometer ninguna infracción y lo más fácil para un carcelero es formularte un caso. Como un ejemplo, cuando Carlos Alberto estaba ya con fecha para salir en libertad bajo palabra, lo metieron en una celda y le encontraron cuatro cuchillos en el área. La persona que era el dueño de los cuchillos tomó responsabilidad, sin embargo, todos los que estaban en la celda fueron hallados culpables. A Carlos Alberto nunca le quitaron ese cargo. Tuvo que esperar dos o tres meses más para salir en libertad”.

En las pasadas entrevistas me ha dicho que ya no ve la lucha armada como una opción. ¿Por qué?

“El mundo evoluciona, ha cambiado mucho. Se hacen distintas cosas en un momento particular, pero las cosas no son permanentes. Puerto Rico ha cambiado mucho y el mejor ejemplo que hemos visto fue la lucha viequense, en la que no hubo ningún tipo de violencia por ningún independentista y se logró la meta. Tenemos también el ejemplo de muchos países latinoamericanos, como Uruguay, donde los últimos dos presidentes han sido hombres asociados con los Tupamaros, que para Estados Unidos era una organización terrorista”.

Ha dicho en una de sus cartas a su nieta que fue duro conocer la muerte de Nelson Mandela.

“Un momento bastante doloroso. Es uno de los próceres más completos que hemos tenido en el mundo. Un ejemplo de un hombre con un corazón lleno de libertad y justicia, un corazón compasivo, con una sabiduría y una práctica digna de emular”.

Para explicar su caso fuera de la Isla, puede identificársele como el Mandela puertorriqueño. ¿Acepta paralelismos?

“Quizá como hemos sido perseguidos y como los gobiernos utilizan el mismo cargo (de sedición). Lo mejor de él fue que nunca dejó que el odio lo obcecara. No negoció hasta que estuvo bien claro que las condiciones se prestaban para que lo hiciera. Trató a sus enemigos con compasión  y a sus amigos como verdaderos amigos, como se puede ver en el viaje que dio a Cuba en 1991 a darle las gracias al pueblo cubano por todo lo que habían hecho por su causa”.

Mandela renuncia a la lucha armada en la última etapa de su encarcelamiento. ¿En alguna medida la prisión influyó en usted?

“Creo que él vio los cambios (en su país) como los veo yo (en Puerto Rico). En 1983 a él le ofrecieron una libertad con condiciones (como renunciar a la lucha armada), la cual rechazó porque el régimen (segregacionista) seguiría en el poder sin que hubiese cambiado nada. Cuando le hacen la segunda oferta, al Ejército fascista de Sudáfrica lo habían derrotado en Angola. Se le había ído el prestigio, echado a pique por los angoleños y los cubanos.  El país estaba desmoralizado”.

¿Ve este como un buen momento para regresar a su país?

“La gente va cambiando. Se puede apreciar con las actividades (a favor de su excarcelación) del año pasado, que reunieron gente con tantas diferencias ideológicas, religiosas, generacionales, sexuales y de clase. Eso es importantísimo. Doy el caso de la doctora Miriam Ramírez de Ferrer, que condenó a Clinton por su decisión de 1999, pero ahora ha apoyado mi excarcelación”.  

En el funeral, el presidente Obama dijo que “Mandela nos demostró el poder de la acción, la importancia de tomar riesgos a favor de nuestros ideales”. Cuándo la gente lo escuchó en Puerto Rico  se cuestionó más, ¿por qué no liberarlo ya a usted?

“Hay una diferencia grande entre lo que se dice y lo que se hace.  Obama era senador (federal desde 2005) y llegó a la presidencia en 2008, cuando todavía el Departamento de Estado tenía a Mandela y al Congreso Nacional Africano en el listado de terroristas. El gobierno de Estados Unidos nunca le pidió perdón a Mandela”.

En enero, la puertorriqueña Melissa Mark Viverito fue elegida presidenta del Concejo Municipal de Nueva York. Joseph Connor, hijo de una de las víctimas del ataque a la Franceus Tavern, Frank Connor, la criticó de inmediato duramente por en 2010 haber apoyado la excarcelación “del asesino de mi padre”. ¿Esa insistencia en querer vincularlo  con aquel atentado es una campaña organizada en contra de su liberación o es el sentimiento de un hijo que perdió a su padre?

“No dudo que son sentimientos genuinos de un hijo que perdió a su padre. Pero, lo interesante de todo esto es que el FBI ha investigado ese caso de arriba abajo. Saben bien que no tuve nada que ver con ese caso. Si hubiese habido un chispitito de evidencia nos hubiesen presentado cargos (por esos sucesos). El vino aquí (a Terre Haute en 2011) para oponerse a que me dieran libertad bajo palabra. Entiendo su dolor. Creo en la santidad de la vida humana. Para mí es algo muy serio. Estuve en Vietnam y me opuse a la guerra exactamente por lo nefasto de las guerras. Nadie puede decir que tengo sangre en mis manos, absolutamente nadie, ni el gobierno de Estados Unidos ni ese joven que perdió a su padre. La evidencia es plena”.

López Rivera revela además que cuando ocurrió el ataque a la Franceus Tavern estaba en Puerto Rico, donde pasó gran parte del mes de enero de 1975.

“Llegué a Puerto Rico como el 9 o 10 de enero de  1975 para una conferencia de la comisión hispana de la Iglesia Episcopal. Al día siguiente iba a ir a la actividad en celebración  del natalicio de (Eugenio María de) Hostos, tuve que ir a recoger gente al aeropuerto y no pude llegar. En el camino llegó la noticia sobre los dos compañeros que murieron (y la docena de heridos, incluido un niño) en el atentado de la plaza de Mayagüez.  Nadie habla de eso. La conferencia se terminó entre el 26 y 27 de enero. Estuve en Puerto Rico todo ese tiempo”.

Ha expresado su admiración por los nacionalistas que estuvieron presos por lo menos un cuarto de siglo, sobre todo Lolita Lebrón. Dice que Juan Antonio Corretjer fue quien más influyó en usted, pero tiene una empatía particular con Oscar Collazo.

“Hacíamos todo lo que podíamos para que fuesen excarcelados los nacionalistas, cuando salieron estaba en el clandestinaje y no podía siquiera acercarme a ellos. Pero cuando llegué a la cárcel de Leavenworth (Kansas), empiezo a apreciar los 29 años que Oscar Collazo estuvo preso, lo que es un puertorriqueño dedicar su vida a una lucha que para nosotros es justa y noble. Tuve la oportunidad de hablar con él por teléfono, en tres ocasiones, por una hora o una hora y pico. Las conversaciones fueron una cátedra. Tenía un profundo amor por nuestra puertorriqueñidad, pero también por la justicia y la libertad. La última vez que hablamos fue a raíz de la muerte de don Juan Antonio Corretjer, que fue para mí un día bien, bien duro. Me daba consejos”.

En enero le visitaron  dos dirigentes del Partido Independentista Puertorriqueño, la senadora María de Lourdes Santiago y el secretario general, Juan Dalmau.

“Una buenísima visita, muy grata. Tienen una visión más amena con las condiciones que existen hoy. Es la juventud la que tiene que tomar las riendas, pues tienen las energías y el tiempo. Son los primeros como parte de una serie de visitas que se están organizando”.

¿Cómo ve la isla?

“Puerto Rico vive una crisis creada por Wall Street y Washington, como puertorriqueño sé que podemos trascenderla, porque es un problema creado por el hombre y todo problema creado por el hombre tiene solución”.

¿Tocó fondo el sistema económico colonial?

“Definitivamente. Bajo la estructura actual no creo que se pueda resolver el problema. Para que haya desarrollo económico tiene que haber un mercado interno, y como colonia nunca nos van a permitir que tengamos un mercado interno”.

¿Será esta crisis el detonante para un cambio de status?

“La oportunidad se ofrece para presentar alternativas que sean viables. Para eso tiene que haber un cambio dentro de los sectores progresistas. Tenemos que trascender el sectarismo y el ‘quiosquismo’”.

En tres meses se cumplirán 33 años de haber sido encarcelado. ¿Pensó que iba a estar tanto tiempo en prisión?

“Calculaba que si los héroes nacionalistas habían estado entre 25 y 29 años presos, pues que más o menos eso estaría uno en prisión. Mis  cálculos no han salido como los imaginaba”.

(Publicada en la edición impresa de El Nuevo Día, 23 de febrero de 2014).

jose.delgado@gfrmedia.com         @joseadelgadoend

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