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Frío y caliente

 

No hace mucho, una amable lectora me escribió para quejarse de que acababa de romper con un pretendiente que sencillamente no sabía si debía peinarse o hacerse rolos. En sentido figurado, por supuesto.
Es decir, según me relató ella, aunque la relación ya se había extendido por bastantes meses, el amigo seguía dándole una sorpresa tras otra.
Por ejemplo, el hombre podía pasarse varios días perdido, sin dignarse siquiera a contestarle sus mensajes de texto, y de buenas a primeras la llamaba para preguntarle dónde quería que la llevara a cenar esa noche.
Y la amable lectora, a quien llamaré Ana, concluía su misiva diciendo que aunque el sujeto le encantaba y era tremendo tipo, ya ella estaba harta de sus inconsistencias y había resuelto darle ‘delete’ a la relación.
El caso es que, muy poco después de leer este escrito, recibí otro email en el que un lector me contó un caso muy parecido, pero a la inversa.
Transcribo aquí un extracto, puesto que el escrito original, evidentemente redactado con gran pasión, casi comparaba en extensión con el primer tomo de ‘La Iliada’.

vatar
“Hace unos meses conocí a Rosita, una muchacha que, pese a su nombre, es alta, fuerte y segura de sí misma, como casi forzosamente debe ser para ejercer con eficacia su profesión como inspectora del DACO. Nos conocimos en una fiesta de cumpleaños de un amigo mutuo y allí ella me impresionó por su personalidad jovial y agradable.
No suelo perder el tiempo, así que antes de despedirnos le pedí el número de teléfono y le dije que quería invitarla a salir. Ella me lo dio sin levantar ningún tipo de objeción, aunque sí procedió a hacerme una graciosa advertencia: “Soy canceriana y, como sabes, los cancerianos a veces somos un poco moody”.
Ahora llevamos ya una relación de varios meses, y tengo que decir que cada vez me siento más enamorado de Rosita, y creo que ella siente algo parecido por mí.
Es decir, cuando está de buen humor. Porque, a decir verdad, su advertencia probó ser bastante cierta: ella es una mujer que puede estar riéndose a mandíbula batiente en determinado momento y cinco minutos después está aplicando la tortura del silencio, como sucedió no hace mucho cuando escuchó el nuevo ‘ringtone’ de mi celular: el tema de ‘Star Wars’.
A lo último me admitió que se había molestado porque creía que yo lo había hecho para recordar a alguna novia del pasado con la que yo había ido al cine para ver esa obra maestra de la ciencia ficción.
Para aplacarla, le dije que, si quería, yo le ponía el ‘ringtone’ de ‘Avatar’, en su honor. De primera instancia se rió, pero entonces estuvo sin hablarme dos días porque creía que yo me estaba burlando de sus orejas, que ella considera demasiado saltonas.

 
Y nuestra relación ha seguido así, dando tumbos: a veces la llamo para salir esa noche y me increpa por no haberla llamado antes para poder prepararse con calma. Y si no la llamo, entonces me increpa y me dice que había perdido el tiempo yendo al ‘beauty’ para que yo después no la llamara.
En fin, yo sigo queriéndola, pero la verdad es que su personalidad está comenzando a afectarme los nervios, ¿Qué me recomienda, señor Romeo?”
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Después de analizarlo todo durante más de un minuto, llegué a lo que considero la más genial de mis recomendaciones: que Ana se empate con el amigo de Rosita y Rosita con el ex de Ana. De ese menjurje puede salir cualquier cosa, desde dos felices matrimonios hasta cuatro lectores que se unan al club de los que me odian a muerte… o ambas cosas a la vez.

Romeomareo2@gmail.com

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