02 February 2014
El tapón, el GPS y la fe
Sé que no soy el único, pero debo confesar que el habitual tránsito pesado de nuestras carreteras, especialmente en el área metropolitana, me desespera en ocasiones.
Y creo que por la misma razón es que Dios me habla tan seguido cuando me encuentro en el auto en plena marcha hacia el trabajo o de regreso a mi hogar. En todas las ocasiones que ha traido una revelación en el auto, ha sido con alguna enseñanza profunda, aunque no necesariamente tenga que ver con el tránsito.
Así como Jesús era experto utilizando situaciones de la vida cotidiana para ilustrar a sus discípulos mientras caminó en la tierra, nuestro Padre utiliza nuestras vivencias y aun nuestras dificultades o frustraciones para traernos enseñanzas con un profundo valor espiritual que también impactan el aspecto físico y emocional.
El último tapón que enfrenté, me hizo meditar y reflexionar sobre el riesgo que enfrentamos en la vida cada vez que actuamos a la ligera, tomando decisiones basadas simplemente en las emociones y en lo que vemos, pero no en la fe. Algunas veces son decisiones en que ni siquiera usamos la razón.
Sí, porque puedo dar fe, contrario a lo que muchos incrédulos piensan, que la razón no está divorciada de la fe. Lo irónico es que hay individuos que dicen que su vida no tienen por qué vivirla basada en la fe, sino en el razonamiento, pero cuando se analiza el fruto de sus actos y los resultados de sus decisiones, uno se da cuenta que ni siquiera utilizaron el razonamiento.
Pero ese no es mi tema. Ni siquiera el asunto de las congestiones de tránsito es la esencia de este blog de hoy. Simplemente plantee la analogía del tapón porque en días recientes por poco me tropiezo con uno, y ni siquiera el hecho de contar con una aplicación en mi teléfono que brinda información sobre las condiciones del tránsito, me ayudó mucho.
Viajaba una mañana en dirección de Gurabo a Caguas por la carretera PR30, y pocos metros antes del final de esa vía, comenzaba un embotellamiento tanto en los carriles que discurren hacia la PR1, como los que dan acceso hacia el Expreso Luis A. Ferré.
El GPS del teléfono móvil registraba la congestión vehicular en ambas vías desde antes de aproximarme al mencionado área, pero al llegar a ese punto de la carretera y verlo con mis propios ojos, me vi tentado en continuar por la PR1, a pesar de que sabía que la combinación de una congestión, con los semáforos que me encontraría en el resto de la ruta, harían mi viaje hacia San Juan más pesado de la cuenta.
En fracciones de segundos pensé en esa alternativa porque por lo general, cuando la congestión en la PR52 hacia San Juan comienza desde la rampa de acceso desde la PR30, es porque algo no anda bien más adelante… si no es un accidente grave, es un camión volcado en plena autopista, un vehículo incendiado, etc.
En cambio, apesar de que se cruzó esa idea por mi mente, continué la marcha hacia el expreso, y muy pronto me percaté que el tránsito se estaba moviendo y que el breve embotellamiento se debía a una obra sencilla en el paseo para paradas de emergencia. En realidad no tardé mucho en dejar atrás el área, y en el resto de la ruta por la PR52 todo corrió con normalidad.
Ahora bien, ¿cuál fue la enseñanza? Enseguida vino a mi mente el pasaje de 2Corintios 5:7: “Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos”. (NTV) Otras versiones dicen, “por fe andamos, no por vista”.
Para los que ven la Biblia y la Palabra de Dios como locura, eso es algo que no tiene sentido, pero la realidad es que así como en el ejemplo sencillo de la congestión vehicular que les mencioné, puedo dar testimonio de las veces en que mi fe me ha llevado a saber esperar, a no actuar a la ligera, y al final ver un resultado agradable por no actuar conforme a lo que hubiera sido obvio, pero contrario a la fe. Más importante aun, es que son resultados que perduran.
Pero también puedo dar testimonio de cuando el actuar o tomar una decisión a la ligera, basada en emociones, me ha hecho cometer errores que han costado sufrimiento, lágrimas, y hasta vergüenza. Eso produce un resultado momentaneo, que se desvanece por no estar fundamentado en una decisión correcta.
Actuar a la ligera, en base a las emociones, trae consecuencias que provocan frustración, pérdida y sufrimiento; eso es más costoso que el proceso de espera. Aunque la espera desespera, como dicen algunos, la realidad es que trae frutos que perduran, incluyendo madurez.
Dios trabaja con nuestra madurez, y lo hace a través de los procesos. Esa, de por sí, no es una palabra que a mucha gente le guste, pues conlleva esperar. Y en esta era en que todo se obtiene con el toque de un botón, como si fuera una varita máquina, ya nadie quiere esperar.
Si se trata de una relación sentimental, ya casi nadie quiere pasar por el proceso de noviazgo y de conocer a la pareja en profundidad, antes de tomar una decisión tan crucial como la del matrimonio. Luego vienen las lamentaciones: divorcio, y en el peor de los casos, la persona que parecía ser un ángel, resultó un maltratante, un adúltero, o un criminal que tenía una vida oculta que pasó inadvertida para la otra parte.
Si tomamos el campo de la educación, por mencionar otro ejemplo al azar, hoy día cada vez más jóvenes quieren lo fácil, en apariencia, y optan por abandonar la escuela para luego pretender tener un diploma de cuarto año en tres o cuatros meses. Luego vienen las lamentaciones, porque si aun con una educación universitaria se hace cuesta arriba conseguir un empleo bien remunerado, o cuando menos tener un trabajo, ¿cuánto más difícil sin un título?
Proverbios 16:9 nos dice que “el corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor”.
De nuevo, para quien es locura lo que dice la Palabra, esto no tiene sentido. Pero los que creemos y damos por cierto lo que dice Dios, sabemos que él nos creó con un propósito, y como tal, si caminamos consultándolo en todo, nuestro sendero será uno mucho más recto.
“El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano”. (Salmos 37:23-24)
Cuando en lugar de poner toda nuestra confianza en nuestro propio juicio, la ponemos en la sabiduría que da Dios, podemos ver que cualquier proceso nos tomará más tiempo, pero tendrá resultados duraderos.
Con tu vista natural quizás estas viendo un panorama adverso que es real, pero sin fe no vas a poder ver lo que hay más adelante, que con toda seguridad es un camino despejado si decides confiar en Dios.
Nuestro propio juicio en muchas ocasiones falla, sobre todo cuando se hace a la ligera. Por eso Proverbios 3:5-6 nos dice, “confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él allanará tus sendas”.