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Que la adversidad sea luz

Hay pensamientos que se repiten constantemente y suenan trillados. Pero son tan ciertos y reales que se clavan con tal fuerza en nuestra mente que nos hacen sangrar el alma. Cada momento y cada vivencia de una persona es irrepetible, y es tan única que cuando tratamos de recordarla para contarla, deja de ser lo que originalmente fue. Nuestro recuerdo ha sido influenciado por toda la información que constantemente nos llega a través de los sentidos. Esto es, el momento es recreado con nueva información que ha sido procesada por nuestra mente y al evocar ese recuerdo, éste es modificado y se convierte en un nuevo recuerdo, o sea, en un nuevo momento.

Como vemos, el tiempo transcurrido entre el momento vivido y el recuerdo evocado, lo convierte en un nuevo recuerdo, esto es, en un nuevo momento. Es por esta razón que recreamos cuando recordamos. La llegada y procesamiento de nueva información y la imprecisión del recuerdo, crean un nuevo momento.

Por lo tanto, es vital y fundamental que cada instante de nuestra vida lo vivamos con plena conciencia del presente. Que estemos conscientes de la intensidad de las emociones, de las sensaciones y de los sentimientos que experimentamos en ese momento. Que seamos conscientes del acto, de la acción que estamos llevando a cabo, de lo que experimenta el corazón y de cómo se estremece el alma.

Que no transcurran los días en una lúgubre y cansada procesión. Que no se repitan en un calvario de tortuosos pensamientos. Que las acciones no se queden en vagos intentos de equipajes pesados con sueños muertos.

Nuestros días tienen que estar pletóricos de luz y brillantez. Tenemos que tener una agenda adecuada de cosas para hacer, de proyectos para realizar y con un banco rebosante de ideas innovadoras.

Tenemos que ponerle alegría y esperanza a nuestros días. Los tenemos que maquillar de felicidad, ponerles musicalidad y ritmo. Llenarlos de vida, de pasión, de entusiasmo, de compromiso, respeto, tolerancia y honestidad.

Nuestros días tienen que estar llenos de valor. El temor es ausencia de fe y confianza en el Dios de la Vida. El miedo es ausencia de confianza en nosotros mismos. Recuerda, “cree en ti, pues el Señor cree en ti y te ha regalado todo su amor para que seas feliz”.

Enriquece tu corazón, llénalo de amor y de paz, y no permitas que la angustia y la frustración dirijan tu vida. No le temas a la incertidumbre pues tus capacidades la superan. Que la adversidad sea luz. Y sé coherente con lo que piensas, dices y haces.

¡Sé feliz, es la única opción!

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