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Jesús y la niñez inmigrante

El Día de Reyes es un momento hermoso en el calendario puertorriqueño. La tradición de Los Tres Reyes Magos–aunque se distancia un tanto del relato bíblico—trae momentos de gran felicidad a la gran familia boricua. Por todo eso, damos gracias a Dios.

Sin embargo, es necesario acercarnos al relato bíblico, que se encuentra en el segundo capítulo del Evangelio según san Mateo, para comprender su significado.

En primer lugar, el relato de los hombres sabios que visitan a Jesús (llamados en griego “magos”) tiene un significado teológico claro. Los hombres que vienen a Judea de tierras lejanas—probablemente de Persia—representan a las comunidades no-judías que llegarían a la fe de Jesucristo. Los primeros “gentiles” (es decir, personas no-judías) que adoran a Jesús son los magos (véase Mateo 2.11).

De esta manera, el relato de los magos afirma que Jesús de Nazaret es el “mesías” enviado por Dios para salvar a toda la humanidad, tanto a las personas judías como a las no-judías. El texto recalca este mensaje por medio del significado teológico de los regalos que los magos llevan al niño-Dios. Los sabios llevan oro, incienso y mirra. El oro simboliza la realeza, el incienso el culto a Dios y la mirra, un metal amargo dado a los condenados a muerte para atenuar su dolor, simboliza el sufrimiento. Así, los regalos anuncian que Jesús era rey, sacerdote y profeta. En la teología esto se conoce como “el triple oficio de Cristo”.

En segundo lugar, el relato de los magos nos lleva a considerar el tema de la inmigración por causa de la persecución política. No podemos olvidar que los hombres sabios, en su búsqueda de un rey, llegan al palacio de Herodes antes de encontrar al niño. Y Herodes, a pesar de su habilidad política, era un asesino, que hasta ordenó la ejecución de dos de sus hijos—Aristóbulo y Alejandro—para evitar que accedieran al trono.

De acuerdo a Mateo 2, Herodes trató de engañar a los magos. Después de decirles dónde el mesías debía nacer, de acuerdo a las profecías, les pide a los sabios que vayan en búsqueda del chico y que, a su regreso, pasaran por Jerusalén para decirle donde estaba el nuevo rey (Mateo 2.4-8). Claro está, en realidad Herodes solo quería asesinar al niño, tal como había ordenado la ejecución de sus propios hijos.

Herodes no contaba con un elemento muy importante: La intervención de Dios en la historia humana. Como todos los dictadores y los políticos corruptos, Herodes solo usaba la religión como una herramienta para controlar a las masas, pues creía que Dios no existía. Empero, la realidad es que Dios existe e interviene en la historia humana, siempre del lado de las personas más débiles y vulnerables de la sociedad.

En el relato de los magos, Dios protege a los hombres sabios, indicándoles de manera milagrosa que debían regresar a su tierra “por otro camino” (Mateo 2.12). Dios también protege a José, advirtiéndole de los planes sanguinarios de Herodes (Mateo 2.13). En obediencia a Dios, José escapa de su país y se refugia en Egipto, regresando a su patria solo después de la muerte de Herodes (Mateo 2.14-15). Lo triste es que otros chicos no pudieron escapar y murieron a manos del ejército de Herodes (Mateo 2.16-18).

Jesús, siendo solo un niño, se ve forzado a escapar de la violencia que azotaba su país, buscando refugio en suelo extranjero. Sí, la Biblia lo dice con toda claridad: Jesús de Nazaret fue un niño inmigrante, un refugiado más que escapaba de la violencia.

Al igual que Jesús, niños y niñas a través de la historia se han visto obligados a escapar de sus países, buscando refugio en tierras extranjeras. Han emigrado buscando escapar de la violencia, la pobreza y el genocidio. Pero, al igual que los chicos que murieron por órdenes del antiguo rey de Judea, miles de niños y niñas inocentes han muerto, víctimas de las guerras, de la pobreza y de la opresión.

Este no es un problema político, sino humanitario. Regímenes tanto de derecha como de izquierda, a través del mundo y de la historia, han perseguido a la niñez o han creado condiciones negativas que les han forzado a emigrar. Hasta en los continentes que creemos más avanzados, como Europa, han ocurrido masacres donde miles de niños y niñas han sufrido persecución, encarcelamiento y hasta la muerte. No tenemos que remontarnos a la Segunda Guerra Mundial, pues la guerra entre Bosnia y Herzegovina ocurrió entre el 1992 y el 1995.

En este Día de Reyes, mientras le damos sus regalos a nuestros niños y niñas, recordemos a Jesús, el niño refugiado. Y al recordarle, elevemos una oración a Dios pidiendo protección para toda la niñez. Oremos con fervor, recordando que la niñez pobre, emigrante y refugiada goza de ciudadanía permanente en el reino de los cielos (Mateo 19.14).

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El Dr. Pablo A. Jiménez es ministro protestante, autor y profesor en el campo de la teología pastoral. Escuche PREDIQUEMOS, un podcast dedicado a la predicación, el liderazgo y la teología pastoral: www.prediquemos.com 

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