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La marcha y el lenguaje de la política

Ayer tuve la oportunidad de participar en la marcha “Unidos por la salud”, convocada por una coalición de sectores no-gubernamentales del país.

Unidos por la Salud

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Fue una experiencia interesante, donde personas de distintos credos religiosos, movimientos políticos e instituciones educativas se unieron a una amplia representación del sector de la salud para reclamar trato igual para el pueblo de Puerto Rico en lo que a la distribución  de fondos federales para cuidado médico se refiere. En particular, la marcha protestó contra la desigualdad en la distribución de fondos de Medicare y Medicaid.

Unidos por la Salud

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En realidad, quienes pagamos FICA en Puerto Rico contribuimos lo mismo que el resto de la ciudadanía estadounidense, pero por vivir en este territorio en particular recibimos mucho menos dinero que los estados y hasta que otros territorios.

Esta situación presenta un grave peligro para Puerto Rico, ya que el sistema de salud en la Isla está a punto de colapsar. ¨”Mi Salud”, el sistema médico puertorriqueño representado por la tarjeta de salud, se mantiene vivo gracias a los fondos de Obamacare. Pero estos fondos no son eternos. Por el contrario, tienen fechas límites y seguramente serán cortados si sube un presidente republicano a la Casa Blanca.

Esto se une a las otras amenazas que nos acosan: la deuda pública del país y la crisis en los fondos de retiro. Estos tres barruntos pueden unirse para formar “la tormenta perfecta” que destruya el orden social puertorriqueño, como lo hemos conocido hasta hoy.

La multitudinaria marcha envió un mensaje contundente, de eso no cabe duda. Fue un símbolo visible y espero que efectivo. Lo que está en duda es si el gobierno estadounidense, particularmente la legislatura y los precandidatos presidenciales, comprenderán el mensaje que la marcha ha tratado de enviar.

Para decirlo con más claridad, el dilema es que la marcha habló en un lenguaje que pocas personas de la clase política están dispuestas a escuchar. La marcha habló el lenguaje de la dignidad, pero los políticos hablan el lenguaje de los votos.

Un error común que cometemos los líderes religiosos cuando hablamos a la sociedad civil es enfocarnos únicamente en el lenguaje del honor, la obligación moral y la dignidad. Si recalcamos estos puntos, es porque los consideramos cruciales. Empero, el idioma que la clase política habla con mayor fluidez es el lenguaje de los votos. Quienes ocupan puestos electivos, necesitan votos para mantenerse en el poder y para lograr la aprobación de sus proyectos programáticos. Un buen legislador sabe cómo negociar su voto, ofreciendo respaldar el proyecto de otro legislador con tal de asegurar el voto de aquel para sus propios proyectos futuros.

Así llegamos al problema central que presenta el sistema colonial puertorriqueño: la falta de poderes políticos. Al no tener representación votante en el congreso y al no tener derecho a participar en las elecciones presidenciales, el pueblo de Puerto Rico carece de los votos necesarios para negociar su futuro. Por eso, legisladores de ambos partidos estadounidenses no tienen empacho el discriminar contra la Isla, pues la indignación no vota. Si Puerto Rico tuviera representantes a la cámara federal, senadores y delegados votantes en el colegio que escoge al presidente de los Estados Unidos, otro sería el cantar.

Debido a todo esto, en esta coyuntura el voto de la comunidad puertorriqueña en los Estados Unidos toma un lugar central que no puede ser menospreciado. Eso explica la presencia del gobernador del estado de New York y del alcalde de la ciudad que lleva ese mismo nombre en la marcha. Vinieron a Puerto Rico porque la influencia y el voto de la comunidad boricua en New York es determinante.

El otro estado donde el voto boricua puedo hacer una gran diferencia es la Florida. Si las nuevas oleadas migratorias se inscribieran en masa para votar, el voto de la comunidad puertorriqueña podría decidir la gobernación del estado y determinar quién se lleva los delegados presidenciales de la Florida. Cualquier persona que haya estado atenta a la política presidencial estadounidense sabe que la Florida ha sido un estado clave en varias elecciones. Si tiene alguna duda, pregúntele a Al Gore.

Si la marcha “Unidos por la salud” mueve a la comunidad puertorriqueña en estados claves como New York y la Florida a exigir la paridad de fondos en lo que se refiere al cuidado médico, la actividad habrá sido todo un éxito.

Sin embargo, yo soy pesimista por naturaleza en lo que la política se refiere. Creo que mientras Puerto Rico carezca de votos en el congreso, la paridad que tanto buscamos será prácticamente imposible de alcanzar. New York ya es un estado demócrata, Texas es muy grande para que la comunidad puertorriqueña que se está mudando allá cambie su política de manera significativa y Virginia tiende a ser demócrata también. La única esperanza que tiene el pueblo puertorriqueño a corto plazo es que la influencia de nuestra comunidad en el exilio sea tan grande en la Florida y en Ohio, dos “swing States”, que la delegación republicana en la Cámara de Representantes decida otorgar más beneficios a Puerto Rico con tal de atajar las oleadas migratorias, pues cerca del 80% de los boricuas que viven en los Estados Unidos votan por el Partido Demócrata.

Quisiera que mi pueblo lo entendiera de una buena vez: la clase política entiende lenguaje de los votos. Si vamos a negociar con esa clase, más vale que tengamos los votos necesarios para cabildear en favor de nuestro pueblo. Mientras no tengamos esos votos, las marchas serán mayormente simbólicas y la posibilidad de cambio real será mínima.

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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com.

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