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Trump: Celebridad y nacionalismo

El periodismo estadounidense parece estar confundido ante el fenómeno que presenta la candidatura de Donald Trump. ¿Cómo es posible que una persona dedicada al mundo del entretenimiento y a los negocios, que tiene más fama de bufón que otra cosa, tenga una ventaja tan amplia en las encuestas sobre otros precandidatos del partido republicano?

Cadenas como Fox News cuestionan sus credenciales como republicano conservador. Cadenas como MSNBC se preguntan cómo es posible que una persona tan liberal como Trump haya dado un giro de 180° y se presente como un republicano tan conservador que afirma que su libro favorito es la Biblia. Y cadenas como CNN cuestionan cómo es posible que una persona tan alejada de la vida política estadounidense haya cautivado tanta gente en tan poco tiempo.

A esto, añádale la sorpresa de los otros precandidatos y las otras precandidatas a la nominación presidencial republicana, quienes no entienden cómo un “entertainer” le está dando una paliza tan grande ante la opinión pública.

Sin embargo, no es un gran misterio el por qué Donald Trump tiene una ventaja tan grande en este momento. Creo que se debe a la unión de dos fenómenos culturales. Por un lado tenemos la cultura de la celebridad y, por otro lado, el nacionalismo.

No cabe duda, Trump es una celebridad. Ha sido una figura constante en la cultura popular estadounidense por las pasadas décadas. Podemos verlo en una diversidad de productos culturales, desde las revistas de chismes, hasta los libros que ha escrito; desde series de televisión como “Sex in The City”, hasta series de dibujos animados como “Los Simpsons”. También tuvo un programa de televisión con buenos números de audiencia (“ratings”), donde acuñó una de las frases que lo distingue: “You’re fired”. Si a todo esto usted le añade su relación con el concurso de Miss Universo y sus escándalos personales, no cabe duda que Trump es toda una celebridad.

Muchas de las personas que van a las actividades de Trump no tienen interés en sus ideas políticas, sólo quieren ver de cerca a una celebridad. No debe sorprendernos, pues, que una celebridad como Trump sea mucho más conocida que un oscuro senador de un estado del Sur.

Ahora bien, es su discurso nacionalista lo que hace a Trump tan peligroso y lo que bien pudiera llevar a mucha gente a votar por él.

Todas las naciones tienen un cierto nivel de nacionalismo, es decir, de orgullo nacional que le lleva a valorar la bondad de su país, de su cultura y de su gente. No hay nada malo con eso. Empero, el nacionalismo puede convertirse en un mal social, particularmente cuando lo aviva el odio. Quien vive convencido de su superioridad sobre l0s demás, bien puede recurrir a la violencia contra quienes considera inferiores.

El nacionalismo desbocado lleva a la gente a pensar que la gente de su país, de su región o de su grupo étnico es superior a los demás y que esa superioridad justifica el maltrato de los demás. Ese sentido de superioridad le da poder y privilegio sobre los demás, particularmente sobre quienes pertenecen a grupos minoritarios en la sociedad.

Trump está usando el odio racial para avivar el nacionalismo de la comunidad “blanca” o anglo-europea estadounidense. Les está diciendo lo que desean escuchar: que los Estados Unidos es la mejor nación del mundo, que el inglés es el mejor idioma del mundo y que él va a llevar a la nación a nuevos momentos de gloria. Por eso ha recibido endosos de grupos radicales, tales como los neonazis que afirman la supremacía blanca y el de los nacionalistas blancos.

Trump afirma que los verdaderos culpables de los males del país son las personas no-blancas (“non-whites”). Su discurso implica que los males del país se deben a la presencia de las comunidades afro-americanas y hispanas. En sus discursos, implica que los problemas del país son culpa de Obama, quien es afro-americano. E implica que Jeb Bush y Bobby Jindal no pueden llegar a la presidencia, porque la familia de Jindal proviene de la India y la esposa de Bush, Columba, es una mexicana nacida en la ciudad de León, en el estado de Guanajuato, en México. Jeb Bush habla español, al igual que sus dos hijos y su hija.

Si triste es escuchar a Trump hablar palabras de odio, peor es escuchar personas hispanas respaldándolo. ¿Por qué? Porque están fascinadas por su celebridad y porque comparten su visión nacionalista.

Trump no puede ganar las elecciones generales, pero puede hacer mucho daño. Sus discursos están envalentonando a otros precandidatos que, aunque creen lo mismo que Trump, antes limitaban sus expresiones de odio. También está animando a los grupos nacionalistas blancos a expresar su odio con mayor libertad. Por eso, el próximo año y medio será un tiempo de crisis en los Estados Unidos y, por ende, en Puerto Rico.

Rechacemos, pues, las palabras de odio y los discursos que buscan dividir para conquistar. El odio podrá hacer mucho daño, pero nunca podrá vencer al amor, porque Dios es amor.

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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com.

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