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Vicios, virtudes y valores

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De curas y federales

Por fin, después de años de especulación y meses de intenso debate en los medios, las autoridades civiles hicieron lo que tenían que hacer: arrestar a uno de los sacerdotes ofensores. Afortunadamente, el acusado confesó al instante, por lo que ya no es necesario seguir usando palabras huecas como “alegadamente” al comentar la noticia.

Todos los líderes religiosos sabemos que los crímenes contra la niñez no están protegidos por el manto de la confidencialidad. Por mi parte, yo le hago esa advertencia a todas las personas que vienen a hablar conmigo. Y si alguno no sabe ese detalle, pues no merece estar al frente de un grupo religioso.

Del mismo modo, todos sabemos que las investigaciones internas no tienen peso legal, aunque pueden aportar evidencia a favor o en contra de la persona acusada. Ser exonerado por una denominación, concilio o iglesia no significa nada para una corte, aunque dicha exoneración aparezca en las primeras planas de los periódicos. Es, sencillamente, risible decir que todo está bien porque la jerarquía religiosa así lo decretó.

Lo mismo podemos decir del castigo. Es ridículo decir que todo queda resuelto si un obispo o supervisor castiga al ministro ofensor trasladándole a otra iglesia, obligándole a guardar silencio mientras toma algunas terapias o expulsándole del cuerpo ministerial. Y alegar que han mitigado o resuelto el asunto con una compensación monetaria es insultante.

Los criminales deben ser juzgados en una corte, sea su crimen defraudar a la gente pobre, traficar drogas ilegales o abusar sexualmente de menores. Por eso, todo líder religioso que acusado de un crimen debe ser procesado legalmente. Es una grave burla el clamar que nuestra vocación religiosa nos permite ser juzgados por las oficinas centrales de nuestras denominaciones o iglesias, sea que dichas oficinas estén en San Juan, en Nueva York o en Roma.

Entre tanto, el arresto y la confesión del sacerdote pederasta debe servirnos como una amonestación, tanto al liderazgo religioso del país como a la sociedad en general. No debemos levantar el dedo acusador, alegando que ese mal sólo a afecta a los demás. Por el contrario, todos debemos esforzarnos para proteger a las personas más débiles de la sociedad y para vivir de acuerdo a los más altos valores éticos y morales. Como dijo el Apóstol Pablo, “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10.12).

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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com y http://www.prediquemos.net

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