Blogs: Vicios, virtudes y valores

Estilos de Vida

Vicios, virtudes y valores

Por
💬

La excusa evolutiva

En honor a uno de los comentarios a mi pasada columna, titulada “Confundido”, les presento este diálogo imaginario entre una pareja donde el hombre trata de excusar sus infidelidades con argumentos basados en teorías evolutivas. Advierto que es una parodia y que no debe tomarse literalmente. ¡Diviértase!

************

Lucrecia despertó el sábado en la mañana, sólo para darse cuenta que su pareja no estaba en la cama. Jorge, con quien llevaba varios meses conviviendo, se encontraba en la sala. Sentado en un butacón, Jorge “texteaba” furiosamente en su teléfono inteligente.

— “¿Qué haces?”, preguntó Lucrecia al ahora sorprendido Jorge.

— “Estoy contestando los correos electrónicos de mi trabajo”.

— “¿Quieres desayunar?”, preguntó Lucrecia con desgano.

— “Sí, hazme un poco de ese sabroso café orgánico que compramos la semana pasada. Mientras tanto, me voy a bañar”.

Tan pronto Jorge salió de la sala, Lucrecia agarró su teléfono. El mismo seguía activo, por lo cual no necesitó la clave para poder ver las aplicaciones del mismo.

Tan pronto escuchó el agua correr en el baño, Lucrecia comenzó a buscar los mensajes de texto, correos electrónicos y las páginas sociales de Jorge. Pronto pudo comprobar que las bandejas de entrada de todos esos sistemas estaban llenas de mensajes de otras mujeres. Y no faltaban las fotos, muchas de ellas provocativas, de parte de las chicas que intentaban llamar la atención de Jorge.

Cuando Jorge salió de el baño, vistiendo sólo unos “boxers” de seda y una toalla al cuello, le preguntó a Lucrecia: “¿Y el café?”

Lucrecia y levantó el teléfono con su mano derecha le preguntó: “¿Qué es esto?”

— “Un teléfono”.

— “Tú sabes a lo que me refiero. ¿Qué son estos mensajes de tantas mujeres?”

— “Son mensajes de mujeres interesadas en mi”.

— “Pero tu vives conmigo; eres mi compañero”.

— “Eso no tiene absolutamente nada que ver con mis actividades fuera de nuestra relación. Es simplemente algo natural”.

— “¿A qué te refieres? ¿Estás justificando tu infidelidad?”

— “No puedo justificar lo que no existe. En el reino animal, no existe la fidelidad. Por lo tanto, tampoco puede existir la infidelidad”.

Con la boca abierta de sorpresa, Lucrecia se sentó y le dijo: “Explícame lo que quieres decir. Soy toda oídos”.

Complacido ante la actitud aparentemente positiva de su pareja, Jorge comenzó a explicar: “En lugar de infidelidad, debemos hablar de evolución por selección natural. Desde los tiempos primitivos, el varón tiene un impulso genético para dispersar su semilla en la mayor cantidad de parejas posibles. Esto es necesario para preservar la especie humana”.

— “Continúa”, dijo Lucrecia aguantando las ganas de darle un sartenazo.

— “Todos los hombres tenemos este impulso. Es natural y, por lo tanto, moralmente va sobre todo juicio de valor. No es ni bueno ni malo; es un simple impulso natural”.

— “¿Y como funciona eso?”

— “Pues que los hombres tenemos este impulso primitivo a estar con la mayor cantidad de mujeres posibles, escogiendo las más jóvenes y bellas para llevar nuestra semilla”.

— “Y nosotras las mujeres, ¿también tenemos ese impulso?”

— “Lo tienen en un grado menor. Aunque ustedes también buscan los hombres más fuertes y atractivos para llevar su semilla, ustedes ‘anidan’ después de entrar a la mediana edad”.

— “¿Como la gallina?”

— “Exactamente. Después de cierta edad las mujeres desean tener niños y cuidarlos. Tienen que anidar, mientras ‘empollan’ sus críos”.

— “Yo tengo 32 años y no tengo niños. ¿En qué etapa debo estar?”

— “Para mí es evidente que estás anidando. Aunque no tengas niños, el impulso genético te lleva a buscar una sola pareja”.

— “Y tú tienes 40. ¿Acaso es hora de que te aquietes?”

— “No es hora de ‘aquietarme’, como tú dices. Nosotros los hombres podemos seguir regando nuestra semilla hasta que seamos ancianos”.

— “Y si tienes ese impulso para ‘regar tu semilla’, como tú dices, ¿por qué utilizas protección cuando estás conmigo?

— “¿Porque, como te dije, mi semilla es para las mujeres más jóvenes y bellas. Ya tú estás en otra etapa. Por lo tanto, el sexo contigo es solamente para tener compañía, no para procreación”.

Lucrecia sintió su sangre hervir mientras Jorge hablaba tonterías. En ese momento, se levantó y, en perfecta calma, le dijo: “Te voy a hacer café…”

Jorge la miró complacido. Sintió que sus argumentos lógicos y científicos habían convencido a su pareja. Pensó que Lucrecia era lo suficientemente inteligente como para comprender su situación. Eso le permitió imaginar un cuadro en el cual podría seguir viviendo con Lucrecia mientras seguía “regando su semilla” por el mundo.

Jorge tomó su teléfono inteligente y comenzó a leer las noticias en el Internet. Pocos minutos después, Lucrecia volvió con una taza grande de café.

— “Aquí está tu café orgánico con azúcar turbinada”. Jorge levantó el rostro para mirarla, ocasión que Lucrecia aprovechó para vaciar la taza de café en su regazo. El líquido le quemó sus partes íntimas. La seda del “boxer” no le ayudó a mitigar el golpe, sino que lo hizo peor. El pobre trató de incorporarse para correr al baño, pero sólo se lastimó más y volvió a caer en la silla. Retorciéndose de dolor, comenzó a gritarle a Lucrecia palabras soeces. Empero, en medio de los insultos, atinó a preguntar: “¿Por qué hiciste esto?”

Lucrecia respondió: “No sé. Quizás es que estoy en contacto con mis instintos primitivos”.

— “¡Idiota! ¿No has pensado que esto me puede provocar daño permanente? ¡Qué voy a hacer entonces!”

Lucrecia lo miro con desdén y le dijo: “Sencillo. Evoluciona ‘mijo’, evoluciona”.

************

¿Qué opina usted? Le invito a compartir su opinión, comentando tanto el contenido de esta columna como los comentarios de otros lectores y de otras lectoras.

El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com y http://www.prediquemos.net. 

💬Ver comentarios