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Trump es fuente de inspiración para los “chalecos amarillos”

Francia es el escenario del inicio de un movimiento de protesta de trabajadores, de la clase media y de residentes de la ruralía. Agobiados por los impuestos, sobre todo el nuevo impuesto al combustible, surgen los llamados “chalecos amarillos”; son manifestantes que usan un chaleco amarillo, como los que se utilizan para trabajos en la carretera; en Francia, tener este chaleco es un requisito para motoristas, por razones de seguridad. Se oponen a que se le pase la factura al contribuyente y al consumidor por el Acuerdo de París sobre “cambio climático”. Muchos luchan contra la injerencia de organismos supranacionales, como la Organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE). Otros se enfocan en oponerse a los impuestos y se quejan del alto costo de vida.

Estas protestas comienzan cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, establece el impuesto al combustible. Es un impuesto que responde a la agenda globalista de reducir las emanaciones de carbono y costear el organismo que se encargará de atender el asunto del “cambio climático” acordado en el Acuerdo de París.

Los globalistas ceden soberanía nacional ante organismos supranacionales y responden a corporativistas que cabildean por privilegios para sus corporaciones. El sector corporativo de las “energías renovables” es el que se beneficia de la agenda para reemplazar los combustibles fósiles.

El presidente de EEUU, Donald Trump, representa la contraparte al globalismo, por su defensa de la soberanía nacional, su énfasis en reducir impuestos, su defensa de la industria energética de los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón y gas licuado) y su compromiso con los blue-collar workers o trabajadores de manufactura. Por esto, hay muchos “chalecos amarillos” que admiran al presidente de EEUU y se les escucha repetir la consigna “Queremos a Trump”.

Cuando Macron visitó a EEUU y se dirigió al Congreso habló sobre el Acuerdo de París y sobre la supuesta emergencia global asociada al “cambio climático”. Días antes de la última visita de Trump a Francia, para conmemorar el fin de la Primera Guerra Mundial, Macron hizo unas expresiones que ofendieron al presidente de EEUU, sobre crear una milicia europea que defendiera a Europea de Rusia, China y EEUU. Trump le respondió que lo que debía hacer Francia es pagar su parte para la operación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y le recordó que EEUU rescató a Francia en las guerras mundiales. Macron hizo expresiones imprudentes en un momento simbólico, pero luego moderó su discurso.

El resultado de procesos políticos favoreció a Trump, quien retuvo el Senado federal en las elecciones de medio término y aumentó su apoyo popular, mientras que el apoyo a Macron llegó a su punto más bajo: un 18%. Trump logró la independencia energética de EEUU, con una exportación de petróleo que supera las importaciones. Esto no es solo un logro económico, sino en materia de seguridad nacional, pues reduce la vulnerabilidad y la dependencia de EEUU del petróleo de estados miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Macron no logró convencer a los residentes de la ruralía, a los trabajadores y a la clase media francesa de apoyar su agenda de transición radical hacia la energía renovable.

El discurso apocalíptico sobre el supuesto fin del mundo, por causa del “cambio climático antropogénico”, antes “calentamiento global” y luego “clima extremo”, no convence al común de los franceses que ve una disminución de su retiro y de su poder adquisitivo, un aumento en los impuestos y un riesgo a perder soberanía nacional. La propaganda ambientalista y globalista no cala en las conciencias del trabajador de mano de obra y del residente de la zona rural. Muchos se dan cuenta de los intereses de otros estados y de corporaciones que sacan beneficios y obtienen privilegios gracias a este discurso.

Ya los socialistas no tienen el monopolio de los asuntos de los trabajadores. Jefes de Estado como Trump, que operan en partidos conservadores fiscales y que defienden la soberanía nacional, sirven de modelos a seguir en Europa y en otras partes del mundo. El movimiento de los “chalecos amarillos” se propaga por Holanda, Bélgica y Alemania. Esto no conviene a los globalistas que militan en la ONU y en la UE.

Sin embargo, el movimiento de los “chalecos amarillos”, por operar sin un liderazgo definido, corre el riesgo de ser tomado por organizaciones socialistas, sindicalistas de izquierda, entre otros sectores que no son conservadores. Se aprovechan del descontento de los trabajadores para repetir las fórmulas anacrónicas anticapitalistas. Confunden los conceptos y los sistemas económicos, y le achacan al capitalismo y al mercado libre las acciones de los social demócratas, keynesianos, corporativistas, socialistas y globalistas. El liberalismo clásico o libre mercado no tiene nada que ver con la defensa de un gobierno grande e injerencista. Los partidos y gobernantes que defienden aumentar impuestos y ceder soberanía ante organismos supranacionales no son conservadores fiscales ni defienden el liberalismo clásico. Macron tiene más en común con los socialistas que con los conservadores. No se sostiene mover a los “chalecos amarillos” hacia la izquierda, si es que quieren menos Gobierno, menos impuestos y más soberanía.

Un tuit reciente de Trump recomienda que le devuelvan a los contribuyentes franceses el dinero recaudado, por el impuesto al combustible, mediante una reducción de impuestos (hay que recordar que bajo la administración Trump se aprobó una reforma contributiva); también, recomendó que eliminen el Acuerdo de París. Esto molestó a Macron y al ministro de relaciones exteriores, Jean-Yves Le Drian, porque lo consideraron una intromisión en los asuntos de Francia. Sin embargo, no pensaron igual cuando atacaron a Trump luego de que retiró a EEUU del Acuerdo de París ni cuando Macron fue a propagar su agenda ante el Congreso americano. Ahora los globalistas franceses quieren jugar la carta nacionalista para tratar de quitarse la presión de encima. Es irónico o, mejor dicho, contradictorio que quienes defienden ceder soberanía nacional se muestren indignados y reclamen que una expresión libre de Trump atenta contra la soberanía nacional francesa.

La carta nacionalista es la misma que usan los demócratas anti nacionalistas en EEUU cuando les conviene. Como si se tratara de una copia al carbón, Macron usó la misma táctica de los demócratas americanos: culpó a Rusia de incitar las protestas de los “chalecos amarillos”. Es probable que hable sobre “unidad nacional” y que desvíe la atención con ataques contra el muñeco de paja ruso. Necesita un enemigo externo al cual culpar para no tener que aceptar su propio fracaso.

De todos modos, con o sin la carta de culpar a los rusos y a Trump, Macron sabe que debe ceder. No es sorpresa que realizara un discurso televisado en el cual presentó varias medidas para apaciguar a los manifestantes. Aunque, no parece que logró el objetivo de persuadir a los “chalecos amarillos”, porque en las entrevistas reportadas desde las protestas la mayoría indica que Macron recurre a un truco publicitario y a promesas falsas; algunos dicen que es una farsa. Una de las peticiones de los “chalecos amarillos” es la dimisión de Macron, por eso le conviene mejorar su imagen, pues no solo afecta a su partido, sino a otros partidos y jefes de Estado de estados miembros de la UE.

Macron ofreció un aumento de 100 euros al salario mínimo (que le tocará costearlo al Gobierno), un bono anual libre de impuestos que depende de la viabilidad financiera del patrono (es decir, muchos patronos no podrán pagarlo, sobre todo si aumentan los impuestos a las corporaciones), la eliminación del impuesto a las horas extra y la eliminación del aumento al impuesto a los retirados que reciben menos de 2,000 euros. Estas medidas son inviables o son sobre impuestos que nunca debieron establecerse, como el impuesto que detonó las protestas: el impuesto al combustible.

Lo que ocurre en Francia le da la razón a Trump sobre que las reformas contributivas para reducir impuestos son necesarias para activar la economía y para dar poder adquisitivo a los blue-collar workers. También, sobre sacar a EEUU del Acuerdo de París sobre “cambio climático” y defender la soberanía nacional ante organismos supranacionales. Macron y sus aliados globalistas se desinflan.

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