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Trump apuesta por la negociación con Kim

Al presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, no le darán crédito por ninguno de sus logros. No importa que decisión tomara sobre el caso de Corea del Norte, iba a recibir críticas y señalamientos de que erró. Es más fácil negociar la desnuclearización y la paz con Norcorea que lograr elogios de sus detractores.

Si escogía atacar a Corea del Norte con el objetivo de destruir su capacidad nuclear, Kim Jong-un quedaría como la víctima de un abuso de poder realizado por la gran potencia militar del mundo. Tildarían al Presidente de imperialista, de violar la soberanía de otro estado y de provocar una guerra potencialmente mundial y nuclear. Dirían que se cumplió la profecía de los never trumpers y de los demócratas sobre el Trump “guerrerista”.

Esta alternativa daría la excusa a China para intervenir a favor de su aliado histórico. Además, se justificaría como una forma de evitar que EEUU se establezca navalmente cerca de su zona marítima. Reavivaría la Guerra de las Coreas y expondría la vida de millones de surcoreanos.

La capital de Corea del Sur, Seúl, ubica cerca de la frontera sur de Norcorea. Cualquier error de cálculo e incapacidad para destruir el arsenal de misiles de largo alcance del régimen norcoreano, implicaría miles o millones de muertos.

Otro escenario posible era no hacer nada. Mantener las sanciones, rechazar la invitación del dictador de Corea del Norte y posicionarse con superioridad moral para no reconocer ni reunirse con un violador de derechos humanos. En caso de que optara por esta vía, Trump enfrentaría la decepción de Corea del Sur y de Japón, además de la preocupación de los líderes y residentes de Guam y Hawaii.

Fue durante los Juegos Olímpicos de Invierno, realizados en Surcorea, que ambas coreas se acercan y comienzan un proceso de diálogo encaminado a acabar con el armisticio. Cualquier intransigencia por parte de Trump, perjudicaría la paz entre las coreas. Los críticos aprovecharían para validar su lectura de un Trump belicoso, tosco e inmaduro.

Sin embargo, escogió una tercera vía, en la que reunirse con Kim y negociar la desnuclearización conllevaba el riesgo a dar legitimidad al régimen de Corea del Norte. Ninguno de los escenarios es perfecto ni se acopla a las exigencias de quien no quiere ser complacido, sino fungir de opositor permanente.

Kim inició la convocatoria para el encuentro con el presidente de EEUU, dialogó la paz con Corea del Sur, entregó tres rehenes americanos, desmanteló un área de prueba para el lanzamiento de misiles nucleares, se reunió con Trump en Singapur de forma respetuosa, firmó un acuerdo general y preliminar sobre desnuclearización y no pidió nada concreto a cambio. Su único logro oficial fue un gesto de Trump sobre detener los ejercicios navales conjuntos con Surcorea; esto es razonable mientras se dialoga y negocia.

No se hicieron esperar los ataques y los “análisis” políticos en los que se describe a Trump como iluso y a Kim como astuto. Estos analistas afirman que Kim lo ganó todo y logró sus objetivos. Hablan como voces omniscientes capaces de saber lo que piensa y desea el líder norcoreano. El régimen de Corea del Norte es hermético, no comunica sus intenciones y objetivos, pero por una habilidad extrasensorial, que solo los críticos de Trump poseen, logran entender a Kim a cabalidad.

Afirman que Kim logró ser reconocido por jefes de otros estados y potencias del mundo. Consideran que el objetivo primordial era el reconocimiento del régimen norcoreano. Que es un logro que ni el padre, Kim Jong-il, ni el abuelo, Kim Il- sung, pudieron concretar. El análisis que hacen implica que lo más importante para los Kim es mantener el régimen y ser reconocidos internacionalmente. En otras palabras, mantener una dictadura legitimada.

Ahora le exigen a Trump que ponga los derechos humanos de los norcoreanos ante todo, que no legitime a una dictadura y que no peque de ingenuo al abrir paso a otros jefes de Estado para reunirse con Kim. Esos mismos analistas atacaron a Trump cuando canceló la reunión del 12 de junio en Singapur, luego de que líderes norcoreanos hicieran expresiones públicas inapropiadas. Son los mismos que atacarían sin importar la opción escogida.

De repente, es más importante cerrarse al diálogo y a la negociación, en nombre de la tradición sobre no reunirse con los dictadores norcoreanos, que evitar un conflicto nuclear. No importa cuánto ceda Norcorea y cuánto logre el presidente de EEUU, ni que América no retire las sanciones hasta que se logre la desnuclearización; tampoco que los países vecinos avalen el encuentro, ni que esta sea una primera reunión; menos que Trump está dispuesto a retirarse de la mesa en cualquier momento, algo que ya demostró; como quiera se equivoca, pues su decisión carece de perfección. Así piensan los detractores y los que no pueden ver nada bueno sobre su enemigo político. Lo que Trump y Kim pudieron lograr, irónicamente, no es suficiente para los que el odio nubla su entendimiento.

Les guste o no, hay que sopesar y tomar decisiones. Al día de hoy, estamos más cerca de la paz y la desnuclearización de la Península de Corea que ayer. Lo que pudo ser no es. El único escenario que cuenta es el que acontece.

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