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Colombia debe evitar el error de Venezuela

Los colombianos irán a las urnas el domingo 27 de mayo de 2018 a una primera vuelta de elecciones presidenciales. Nicolás Maduro, el dictador socialista venezolano, movió la fecha de las elecciones presidenciales de Venezuela para el 20 de mayo, en parte porque quería influenciar en las elecciones de Colombia y de México. La jugada no salió como esperaba, pero todavía trata de convencer de que ganó “limpiamente” y de que hay un resurgir del socialismo en Iberoamérica.

Su aliado colombiano es el candidato presidencial Gustavo Petro. Es un exmiembro de la guerrilla colombiana del M-19. Favoreció la lucha armada para adelantar lo que llama la “justicia social”. Estuvo desde los 17 a los 25 años. Parte del tiempo se mantuvo en la clandestinidad. Luego fue preso por afirmar en público que era miembro del M-19 y por portar armas. Petro niega que tuviera armas en ese momento, aunque admite que luego las tuvo; dice que era inmaduro, romántico, idealista, académico, católico y que nunca disparó un arma contra otra persona.

Pasó de cárcel en cárcel. Durante ese periodo de su vida, tuvo tiempo para escribir. Puesto que su formación y marco ideológico es de izquierda, sus escritos estaban matizados por un marco marxista. Es un economista con una perspectiva de gobierno intervencionista.

Cuando lo cuestionan sobre su afinidad con el chavismo, ni lo afirma ni lo niega. Fue simpatizante de Hugo Chávez, pero no se atreve a defender de forma directa a Nicolás Maduro. Tampoco se distancia. Lo que sí queda claro es que no simpatiza con el presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump.

Cree en desarmar a la población, porque supuestamente persigue las negociaciones de paz, contrarrestar el narcotráfico y evitar la violencia. Sin embargo, las armas ilegales abundan en Colombia. Los únicos armados bajo un gobierno de Petro serían los criminales, los narcoterroristas y las fuerzas armadas.

Marchó en la ciudad de New York en la Marcha por nuestras vidas en contra de la portación de armas en manos de ciudadanos responsables. Se opone a la Segunda Enmienda de la Constitución de EEUU. Es lo que hizo como alcalde de la capital colombiana, Bogotá. Desarmó a la población. Esto es lo que pasó en Cuba y Venezuela. La población no puede defenderse de la dictadura socialista, porque está desarmada.

Los guerrilleros, narcos y terroristas son ahora los que abogan políticamente por el desarme de la población y se presentan como “pacifistas”. Petro llega al punto de negar que participara de algún intercambio de disparos. Gusta de presentarse como un negociador de paz e intelectual. No se hace llamar exguerrillero, sino exmiembro de una guerrilla. Los eufemismos y la negación forman parte de su discurso.

Quiere que le crean el mito que construyó del “Gandhi guerrillero”. Como buen socialista, es un demagogo y no ha dejado de seducir a los electores con discursos románticos.

Maduro apuesta por su victoria para establecer un corredor del narcotráfico y retomar la agenda para propagar el socialismo. La táctica de Petro, es hacerse el tonto. Quienes apoyan a Maduro son los mismos que apoyan a Petro. Hasta el famoso futbolista argentino Diego Armando Maradona bailó con una bandera en el cierre de campaña de Maduro y luego se tomó selfies con Petro en Colombia.

Muchos se dan cuenta de la mentira y no pecan de ilusos. Sin embargo, hay millones de colombianos que colocan a Petro segundo en las encuestas y con una probable segunda vuelta presidencial. Los narcoguerrilleros apuestan por Petro, aunque este diga que combatirá el narcotráfico. Se cae de la mata la agenda oculta.

Si los colombianos no aprenden de la experiencia de sus vecinos venezolanos, que cruzan la frontera de Cúcuta por miles, los próximos podrían ser ellos.

Chávez también negó que impondría una dictadura socialista y se presentó como un liberal de centro. Esto es lo que hacen los castrochavistas para llegar al poder. Fidel Castro también modificó su discurso en sus últimos días y abogó por la desnuclearización del mundo, por la paz y por lograr cambios a través de la participación política. No es sorpresa que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, negociara un acuerdo en Cuba con los narcoterroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ese acuerdo no fue refrendado por el pueblo colombiano, pero como quiera fue impuesto. Le garantizó escaños a las FARC en la rama legislativa.

Castro sabe que por la vía de las armas no lograría lo que por la vía electoral. Lo intentó la primera vez en Chile con Salvador Allende, pero no le salió del todo la jugada. Luego tuvo éxito con el surgimiento de Chávez y la propagación del socialismo del Siglo XXI. Ahora, con su muerte, la muerte de Chávez y el estado de deterioro de la Alianza Bolivariana para América (ALBA), su hermano Raúl Castro y Maduro intentan dar vida al socialismo por vía democrática. Se trata de usar la democracia para destruir la democracia y perpetuarse en el poder.

Los exguerrilleros ahora hablarán de paz, de negociación, de democracia, pero una vez en el gobierno las ovejitas se convertirán nuevamente en lobos o, mejor dicho, los lobos se quitarán el disfraz. Daniel Ortega, el presidente autoritario de Nicaragua, es un excelente ejemplo.

El reto de los colombianos será saber leer entrelíneas y no caer en los juegos retóricos de los socialistas enmascarados. No deben olvidar que les impusieron un “acuerdo de paz” y que no vale la pena correr el riesgo de un socialismo 2.0 que terminará como todos los socialismos, en deterioro político y económico.

 

 

 

 

 

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