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El príncipe árabe aliado de Trump: Mohámed bin Salmán

Antes que digan que hacer alianza con una monarquía absoluta es una contradicción insalvable, vale que atiendan por qué el príncipe heredero al trono de Arabia Saudí, Mohámed bin Salmán, representa un cambio en el modo de operar en Oriente Medio. Es un reformista al que se le debe apoyar si se quiere cambios significativos que posibiliten armonía con Israel y Occidente.

Comenzó con un plan de reforma económica y política titulado Visión saudí 2030. Es un plan para la próxima década. Su visión se extiende más allá de las fronteras estatales. Considera que hay que combatir al terrorismo islámico y la influencia iraní en estados vecinos. Sabe que si no contrarresta a los islamistas en y fuera de casa, no podrá reformar la economía y lograr mayores libertades para los ciudadanos.

Esto explica por qué los saudíes pelean en Yemén contra los grupos financiados por Irán. También, es coherente con la postura de apoyar la retirada de Estados Unidos (EEUU) del acuerdo con Irán o Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). Irán compite por la influencia regional, pero desde un marco teocrático, islamista chía, que no armoniza con Occidente ni con Israel.

bin Salmán reconoce el derecho a existir del estado de Israel. Hay quienes arguyen que lo hace temporeramente, al estilo “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, para debilitar a Irán. Aunque fuera el caso, es un avance que viabiliza la armonía del mundo árabe con Israel.

Entre las reformas políticas incluye mayores libertades para las mujeres. Esto implica que no dominen los islamistas al interior de Arabia Saudí. Además, contrarresta la corrupción gubernamental por parte de funcionarios y familias del reino. Ordenó arrestar a quienes cometieron actos de corrupción y los obligó a devolver lo hurtado. Según informa el gobierno saudí, se recuperó alrededor de $100 billones.

La relación con el presidente de EEUU, Donald Trump, es estrecha y colaborativa. Hay un compromiso de asistir con fondos para atender a los refugiados de Siria y de mayor apertura para hacer negocios.

Los que critican a Trump por relacionarse con una monarquía absoluta, lo que implica una forma de dictadura, pierden de perspectiva que en Oriente Medio domina el autoritarismo. Para armonizar relaciones y lograr acuerdos regionales, se necesita aliados confiables y con intereses comunes.

Entre los estados árabes y entre musulmanes hay conflictos políticos y armados. La región es volátil y necesita de líderes laicos que no quieran imponer una religión única ni continuar con el proyecto político religioso islamista.

Otro cambio significativo que promueve bin Salmán es diversificar y desarrollar la economía de Arabia Saudí para que no dependa solo del petróleo. Son notables los cambios globales sobre política energética. Hay más estados que recurren a aumentar su producción de energía con fuentes renovables o que aumentaron su producción de energía con combustibles fósiles, pero no dependen de la producción saudí. El mejor ejemplo es EEUU: se movió a ser más independiente energéticamente, aumentó su producción de petróleo y mantuvo la extracción de carbón.

Trump cumplió su promesa a los blue-collar workers o trabajadores de obra manual de salvar los empleos en el sector energético. Las reformas económicas de bin Salmán preparan a los saudíes y a la región para los cambios económicos que se avecinan a largo plazo, cuando su producción petrolera no sea suficiente para sostener su economía. El hecho de que Trump y bin Salmán tengan una excelente relación es un buen indicio, pues los saudíes reconocen los cambios que deben realizarse. La actitud no es la de oponerse a Trump ni cabildear por mantener la dependencia petrolera.

Israel reconoce a Arabia Saudí como aliado y viceversa. Es una ironía histórica, pues en las primeras décadas del estado de Israel fueron enemigos. Hoy día, hay una gran oportunidad de que Israel sea reconocido por estados árabes con los que estuvo en guerra. El obstáculo actual es Irán, quien quiere la batuta del mundo islámico y ve a Israel como un estado infiel que debe ser destruido.

Por esto, bin Salmán merece apoyo en un mundo incierto y conflictivo. No se debe pecar de moralista ni partir de una perspectiva idealista intransigente. Sí, Arabia Saudí es una monarquía absoluta. Sí, bin Salmán es un príncipe. Sí, el sistema político saudí es autoritario. Sí, hay una élite política y económica que controla gran parte de la toma de decisiones. Sin embargo, las reformas políticas y económicas que propone bin Salmán implican cambios culturales y una transición que poco a poco ayuda a que el estado y la región sea lo más liberal y armoniosa posible.

 

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