Blogs: Trumpstorming

💬

La dictadura socialista de Venezuela juega con fuego

La Masacre de El Junquito es la gota que colma la copa y lleva a que no haya marcha atrás. La dictadura socialista liderada por Nicolás Maduro masacrará a toda organización que se subleve contra el régimen. No le deja otra alternativa a quienes se resisten que salir a las calles a protestar, organizarse para luchar de modo armado y solicitar una intervención militar exterior.

Óscar Pérez, el policía que en el verano de 2017 utilizó un helicóptero del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) para sobrevolar el Tribunal Supremo de Justicia y enviar un mensaje a favor de que se restablezca el orden constitucional en Venezuela, fue uno de los que murió en la Masacre. Para Maduro es un terrorista, pero para la mayoría de los venezolanos es un mártir y un héroe nacional.

En momentos en que las calles estaban apagadas y la población se concentraba en buscar alimentos, Maduro cometió el error de martirizar a Pérez y a sus compañeros. Reactivó las protestas.

La táctica que usa la dictadura para dominar a la población es la de controlar el acceso a alimentos y medicamentos. Pone a las personas en estado de desesperación, promueve los saqueos a los mercados y a las fincas de cultivo y ganadería, y no deja espacio para que el pueblo piense en otra cosa que no sea en alimentarse. Es un arma de doble filo.

La Operación Gadeón, en la que asesinaron a Pérez, se supone sirviera para intimidar y enviar un mensaje de no tolerancia a la sublevación y a las protestas, pero logró todo lo contrario. Se volvió viral en las redes sociales y en la prensa internacional cada expresión y video grabado por Pérez, por sus compañeros y por sus familiares. El hambre pasó a segundo plano en la discusión pública.

Esto motivó al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a expresar que no se debe permitir en el Continente que se use el diálogo para sostener a una dictadura. Esto en referencia a las conversaciones que se realizan en República Dominicana entre el régimen y los opositores políticos. El discurso del “diálogo” pierde fuerza. Conversar con una dictadura es ganarle tiempo y darle legitimidad. Ya no hay interés en “dialogar”, pues se reveló el engaño.

Esto abre la puerta para que la Casa Blanca incremente las sanciones contra los funcionarios venezolanos vinculados al narcotráfico y a otras actividades ilícitas. También, posibilita que se exploren otras sanciones más severas que debiliten y aislen al régimen.

Almagro ya no confía en el diálogo. Es probable que este sea el mensaje que reciba el presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump. Podría llevar a que se fortalezca la alternativa de una intervención militar. Todavía no se agota la vía de las sanciones, pero la paciencia se acaba.

El director para Latinoamérica de la organización Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, compara a la dictadura socialista de Venezuela con otras dictaduras que produjeron noticias similares. La táctica de tildar de terroristas a los opositores y de matarlos extrajudicialmente es un indicador.

Surgen voces a favor de solicitar a la fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) que abra una investigación contra Maduro. Es una forma de presionarlo y de que no quede duda de que en Venezuela hay un dictador que viola los derechos humanos. Quedaría aislado.

La población venezolana se enferma, pasa hambre y ni siquiera puede velar y enterrar a sus héroes. Maduro usó a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) para impedir que familiares y seguidores realizaran funerales y presenciaran el entierro de los masacrados en El Junquito. No quiere que vean los cuerpos torturados y los cráneos que revelan que fueron ejecutados. Intentaron cremar los cuerpos, pero hubo oposición por parte de algunos funcionarios del Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf).

No permitir el duelo ni el construir una memoria de los héroes es otra de las tácticas de la dictadura. Poco a poco se torna en totalitaria. Llegar a controlar los sentimientos, la memoria, el duelo, los valores y los símbolos es muestra de cuán autoritario es el régimen de Maduro.

Llegó al punto de no retorno. Se aisla. No da espacio para procesos democráticos genuinos. Acorrala a una población herida. Pierde legitimidad internacional. Es observado por organismos internacionales que velan por los derechos humanos. Avergüenza al más fanático de la izquierda iberoamericana. Da espacio para que le pase lo que advierte el refrán: el que juega con fuego se puede quemar.

 

💬Ver comentarios