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¡Qué bueno es estar vivo!

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Vueltas al sol

Otra vez se acerca el cumpleaños de mi gran amigo Toño, y me tengo que preparar para la pachotá’ del 2016. ¿Pachotada, malacrianza, o pachocrianza?

Da igual. En el caso de un neurótico que se mira al espejo continuamente para contabilizar sus arrugas, da igual. Hasta hace poco se quejaba de las canas. Dejó de arrancárselas cuando le dije que por cada cana que se arrancara, le saldrían más. Y así fue. Pero no porque la Diva Adivinadora lo haya visto en la bola de cristal. Es que ya para ese entonces, se le veía el coco brilloso.

Total, ahora que se está quedando calvo, añora las canas. Claro, eso no altera el enturunamiento que le provoca la imagen de un bizcocho con las 61 velas que se ha ganado en el 2016.

¡Pobre Toñita! ¡Tener que soportar el tremendo melodrama de su esposo durante tantos años!

Nunca la he interrogado sobre el asunto. ¿Habrá sido que a Toño le dieron un batazo con el mazo de golpear la piñata? ¿Le habrá caído un papelillo de confeti en un ojo? ¿Se habrá quemado los labios, o una pestaña, al soplar una velita? Cualquier cosa es posible.

Desde que conocí a Toño en el 1998, he tratado de que disfrute sus cumpleaños sin agriarse la vida (ni agriársela a los demás).

Celebrar una “Vuelta al sol” cada vez que se cumple años, es una expresión que está muy de moda para conmemorar el ciclo de Vida en comunión con el Universo.

Sin embargo, para neuróticos como Toño, es una expresión absolutamente ridícula. Tal parece que se marea con cada “Vuelta al sol” que se cumple los 11 de noviembre

Por mi parte, que se sigan mareando. A mí me encanta celebrar mis “CumpleAños” al ritmo del “CelebraVida”, y festejar cada uno de los 365 días de las vueltas al sol. Tan pronto me empiece a marear, me imaginaré que es el efecto de las tres copitas del champán que no tomo ni en mimosas.

¡Qué bueno es estar Vivo!

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