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Héctor Tirado y la resiliencia

La resiliencia, por definición, es la capacidad de las personas de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas.

Llevo años intentando que mi amigo Ángel Antonio, entienda que se puede echar pa’lante modificando estrategias de Vida. Pero hay un curso de matemática básica que hay que aprobar antes: aceptar lo que la Vida nos ha puesto en las manos, estudiar las rutas alternas, e inmediatamente enfocarse y tomar acción.

Ya una vez le hablé de Héctor Tirado, quien sordo, llegó a ser músico de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. Ahora Héctor perdió parte de la visión, pero no se amilana. Renunció a la “familia Sinfónica”, pero no a la música.

En otras palabras, que si en alguien he visto la capacidad de resiliencia -o sea, de retoñar para florecer- con el valor añadido de disfrutar la bendición de Vivir, ese alguien es Héctor.

Él nació con dos condiciones que hubieran anulado los sueños de cualquier aspirante a músico. La primera, su sordera.

De niño, se descubrió que solo tenía registro auditivo para algunos sonidos graves. Esa pizca auditiva le bastó para descubrir su talento y el amor por la música.

Descubrió, además, que al pararse descalzo sobre una banqueta de madera “escuchaba” las variaciones de los sonidos, y los podía ejecutar con el instrumento que lo enamoró: el contrabajo, que al ser de madera y poder tocarse pegado al cuerpo, también le facilitaba “escuchar la música” por propriocepción.

De hecho, Héctor ha desarrollado -y comparte- técnicas de propriocepción; es decir, enseña a otros la capacidad de sentir el impulso del sonido a través de la piel para identificar la música, especialmente a niños.

Cuarentipico años después, con una trayectoria de 25 años en la Sinfónica, empezó a perder la visión periferal. Ello hubiera provocado la retirada de la música de cualquiera, pero Héctor no es cualquiera. Se mantuvo tocando hasta que la ceguera periférica le hizo repensar su rumbo.

Vale explicar que además de leer la partitura, los músicos siguen “con el rabo del ojo” los comandos del director, y -como quien dice- “con el otro rabo del ojo”- siguen la pista auditiva y visual a los músicos “de fila”. Por eso la importancia de la vista periferal.

Esa segunda condición fue imperceptible para muchos de sus colegas, que se sorprendieron cuando decidió renunciar al prestigioso cuerpo de músicos.

Otro evento que lo obligó a repensar su ruta de vida sucedió en febrero del 2015. Tras el Concierto de Yo Yo Ma en la Universidad de Puerto Rico, Héctor cayó de espaldas desde una altura de 6 pies. El accidente lo estremeció emocionalmente y lo confrontó con la realidad que muchos conocemos: que estamos vivos de milagro, que la Vida es corta y que siempre hay muchos sueños por realizar.

El sábado 3 de octubre del mismo año tocó por última vez con la Sinfónica. La última pieza -su despedida amorosa a su familia sinfónica- fue una sinfonía de Prokofiev. Interpretó con la misma pasión, brillantez de siempre; pero con la emotividad de nunca antes.

Hoy, con suma honestidad y envidiable humildad Héctor reconoce que fue difícil confrontar la nueva realidad que su cuerpo reclama. Sin embargo, está seguro que es el mejor momento para emprender nuevos proyectos a través de las redes sociales, grabaciones, recitales y conciertos educativos, entre muchos otros.

Su meta principal es compartir experiencias y demostrar que no hay límites auditivos ni visuales cuando hay sueños.

“La Vida te enseña a adaptarte en diferentes situaciones para lograr tus metas sin importar los obstáculos que se presenten en el camino. Estas situaciones difíciles son pruebas para fortalecer nuestro carácter y canalizar nuestras ideas y metas. De esta manera crecemos y evolucionamos como seres humanos”.

Copio ad verbatim las palabras que me regaló anteayer vía Messenger. Y se las dedico a Toño porque estoy segura que también tiene esa capacidad de resiliencia cuando deje a un lado las toñerías del “no puedo… me canso…me da dolor.

Gracias Héctor. A todos nos cae el sayo.

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