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El amor nos seguirá mostrando el camino

 

Acompaño algunas vidas en la misión y trabajo que realizo cada día. Durante  años me he dedicado  a ayudar a que otros descubran aquello valioso que todos poseemos en el interior, que es fuente de sabiduría y vida plena, pero que a veces se nubla ante los golpes y situaciones de la vida.

Diariamente recibo grandes lecciones de aquellos con quienes camino. Historias que renuevan mis convicciones cuando me siento decaer ante tanta crisis que nos toca presenciar en esta patria lastimada. Escuchando las  historias de personas que viven desde esas fuerzas interiores, descubro las muchas razones para seguir trabajando por un mejor país.

Pero hay momentos en que se nubla el horizonte ante el sentido de impotencia frente a quienes que han perdido la esperanza o les cuesta redescubrirse en medio de lo que les ha tocado vivir. Esta semana visité un hogar de recuperación de adiciones y tuve la oportunidad de compartir junto a un grupo de hombres llenos de grandes talentos, pero atrapados por heridas del pasado que los llevaron a la calle y a la adicción.

En medio  del taller que les compartía, un hombre alto, de mirada profunda, que encerraba gran dolor alzó su mano y me preguntó: “miss, yo solo quisiera saber por qué mi madre me abandonó cuando yo era un niño y nunca más volvió a buscarme”.  Con esa sola pregunta y su mirada de niño, me dejó sin palabras. Con esa sola pregunta comprendí su trayectoria en las drogas, su soledad y falta de apoyo en la vida.

Después de sus expresiones, el espacio se transformó en uno de gran apertura y de hablar de las propias historias y cómo desde ahí se fueron escribiendo capítulos de la vida sobre memorias de la infancia lastimada.  Lo grande de estos procesos es que una vez se  desata lo que nos aprisiona, surge a borbotones la bondad que es esencia de la vida y ocurre el despertar interior. El darnos cuenta que más allá de cualquier experiencia vivida hay fuerzas interiores que nos impulsan a seguir adelante tranzando nuestro propio destino.

Finalizado el taller me tomé un espacio para contemplar un lago cercano, allí dejé mis interrogantes sobre la hipocresía de nuestra sociedad en la que, mientras predicamos sobre  derechos humanos, cada vez más le damos la espalda a los que han tenido pocas oportunidades. Liberé mi coraje de saber que habiendo tantos recursos para que todos tengan una vida digna -en este caso tratamientos y alternativas de superación- siguen estando mal distribuidos, lo que da paso a brechas de opresión cada vez mayores  contra los más débiles.

Sobre todo, en aquel lago sereno agradecí por la presencia de bien que sigue presente en nuestra tierra, por el valor de  los participantes de aquel hogar en su esfuerzo por superarse.  También agradecí por la entrega de tantos seres que hacen de su vida una de servicio y siguen en las trincheras para reconstruir a nuestro país.

Frente a aquel lago, confirmé que será el amor lo que nos seguirá  mostrando el camino a seguir y nos permitirá descubrir las respuestas para la edificación de la sociedad solidaria y fraterna en la que por sobre todo se respete la dignidad de cada persona.

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