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El Flow que lo cambia todo

Por alguna de esas  extrañas razones  en que la salud se toma recesos y nos toca afrontar complicaciones médicas, estuve varios días convaleciendo en la casa. Acompañada de seres especiales que velaron mi recuperación y ánimo que suele decaerse en días  donde el cuerpo se decae. También me fueron de compañía los medios de comunicación que a veces ayudan –y a veces enferman más-  y los que finalmente decidí dejar de ver con la seguridad de que a al encender nuevamente la tele allí estaría el mismo tema del Ivu, o del norteamericano que era hombre y ahora es mujer.  Tomé mi espacio –no me quedaba de otra- que se convirtió en tiempo de reflexión, de inventario, de limpieza de cosas tóxicas a nivel de salud y del alma. Ayer salí después de varios días que parecieron eternos.

Lo que sentí al entrar en contacto con el mundo externo fue algo que no me esperaba. Me sentí recibida por el cielo y la naturaleza que a mi paso parecían  saludarme. Me parecieron deslumbrantes los colores de esos árboles de flores  amarillas,  que en estos tiempos visten el suelo de alfombras que invitan a sentarse sobre ellas. Pude ver de manera distinta  el mismo semáforo en el que tantas veces me detengo, con la misma gente que bloquen el tránsito al pasar, o pasan aceleradamente y me pareció que esta vez iban más despacio, con mayor cordialidad al guiar. Hasta me dio la impresión que algunos me saludaban y yo les sonreía.

Di varias vueltas en gestiones laborales y en cada sitio en que me tocaba esperar pude pacientemente aguardar el turno sin andar buscando las faltas, sin andar quejándome del mundo. Un buen flow que parecían tener todos a mi alrededor, hasta que me percaté que  la gente y el mundo siguen  igual, los mismos retos y desafíos, la violencia, las desgracias,  junto con los logros y cosas de bien que se van abriendo camino.

El mismo mundo,  solo que yo lo abordé desde un nuevo espacio interior –el flow era mío- ese que surge del silencio, de la reflexión, del quitarse por un rato de tanta contaminación que nos intoxica las emociones y pensamientos. Lo vida sigue su paso con sus luces y sombras, lo único que la hará diferente  es la manera como lo abordemos. Quizás debamos aprovechar estos espacios donde ronda la enfermedad de la desesperanza para darnos un tiempo con nosotros.  Alejarnos de tanto ruido y desde nuestro mismo dolor, enfermedad, conflicto descubrir el mundo diferente que podemos crear si conectamos  con el interior donde habita nuestro mayor potencial y desde allí seguir la marcha. Capture

(La autora es Trabajadora Social y  Directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré, empresa social que se dedica a la sanación de heridas emocionales  y la formación sico-histórica-espiritual mediante Talleres de Crecimiento Personal 787-375-7854)

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lortiz@csifpr.org

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