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La “Yupi” y el futuro emergente

Ayer regresé al lugar donde años atrás se conjugaron muchas cosas en mi vida, la UPR. Allí llegué a participar en un foro, con esa curiosidad que me caracteriza. Deseosa de escuchar las voces nuevas que son fuente de formación para nuestros jóvenes, y los no tan jóvenes.

Antes de poder bajarme del carro, la lluvia me retuvo y me permitió contemplar el entorno que no sé si por lo que había dentro de mí, por la lluvia o por lo que vi, me pareció desolador. De momento vi un cúmulo de estructuras viejas que gritaban la palabra restauración. Que imploraban un acto de justicia para poder seguir albergando una enseñanza digna.

También contemplé los rostros de las nuevas generaciones de estudiantes. Algunos rostros se observaban llenos de vida e inquietud. En búsqueda de esas respuesta para el devenir que la universidad debe ofrecer a su comunidad educativa. Vi muchos otros con la mirada perdida, el paso lento acompañado por esos famosos “cablecitos” que se ponen en los oídos y los aísla hasta de ellos mismos. Los vi más chicos que en mi época -o quizás yo me sentía vieja desde esos años- y me preguntaba qué habría dentro de aquellas almas, qué preguntas sobre su futuro cercano habría en aquellas mentes. Ante un país que cada día sigue cerrando puestos de trabajo. Un país que va a pasos lentos en aspectos de ética, de formación moral y de inteligencia emocional para los que van camino a ser la generación reinante.

Almas y mentes jóvenes que a diario transitan por aquel Río Piedras que tampoco se parece en nada al Río Piedras que me recibía todos los días hace ya muchos años. Un Río Piedras que ha cambiado sus librerías por bares y en su famoso paseo de Diego se pasean los fantasmas a plena hora del medio día.

Finalmente aunque un amable guardia me buscó un estacionamiento –frente al lugar a donde me dirigía a escuchar y a aprender- entendí que era mi deber seguir escuchando y aprendiendo de aquel entorno, de aquellos rostros y de aquellos edificios que son parte de lo que soy. Y allí me quedé sentada, mientras veía la lluvia caer. De momento vi un mural que se imponía, así como se sigue imponiendo la torre de la UPR, que me invitó a mirar el futuro con ojos nuevos, el futuro emergente que traerá todo lo bueno que seamos capaces de soñar y construir.

Estoy segura de que en aquellos edificios se seguirán gestando proyectos semillas para el futuro del país. Se seguirán formando vidas que, al igual que la mía y la de muchos otros, llevamos a mucha honra el ser egresados de la “Yupi” y desde los escenarios donde nos toca dar frutos, vamos contribuyendo a una mejor patria.

Ojalá que esa desolación momentánea que sentí sea solo mía, y que en las nuevas generaciones se siga solidificando el espíritu de contribuir a que nuestra Universidad, nuestro Río Piedras y nuestro país sean espacios para el desarrollo de una vida plena y digna para todos los puertorriqueños.

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