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Un día sin conexión…

Negación total, no era posible que mi celular se fuera 10-7. No era posible quedarme sin contacto con las redes sociales, mis cuentas de correo,  números telefónicos, data, fotos, documentos, aplicaciones. En fin no era posible que así de la nada mi teléfono casi nuevo colapsara.

Luego de tratar de encenderlo, de conectarlo a ver si era carga, de hacer mis plegarias, no me quedó otra que aceptar que estaba incomunicada.  En plena coordinación de actividades que de alguna manera estaban relacionadas con el uso de mi móvil. Aunque sabía que en los próximos días el problema estaría resuelto, esto no era consuelo para la pena que me embargó sobre todo por no entender que le pasaba al preciado aparato

Luego de atravesar los síntomas de  pérdida –entre ellos cargarlo en mi bolso de un lado para otro como esperando una resurrección- me detuve a mirarlo y decidí retomar mi día experimentado la desconexión. En primera repasé y solté todos los posibles escenarios -llamadas que se perderían, mensajes que no recibiría etc.- y me dispuse a abrirme al mensaje que esta pérdida me ofrecía. Decidí posponer gestiones que realizo por ese medio y darme permiso para estar “off line” por un tiempo.

De momento comencé a experimentar cosas que valoro y que pude ver con ojos nuevos. En la espera de un semáforo- donde muchas veces suelo mirar la pantalla del teléfono-  pude observar dos diminutos parajitos que sostenían una apasionada interacción desde ese balance perfecto que suelen tener en los cables del teléfono. Parecía que conversaban y se amaban mientras jugaban de un lado para el otro libremente. En otro semáforo pude ver un rayo de sol muy radiante que se asomaba por entre las nubes como para saludarme. En la casa me quedé desconectada de la computadora por un tiempo y pude  disfrutar entre otras cosas el pasar un largo rato haciendo un arreglo floral y preparando una cena especial para mi esposo sin la ansiedad de tener que contestar whatsApp, textos, messenger.

Cuando  recibí de algún gurú de los celulares la receta mágica ante lo que le sonaba a bloqueo y de momento el aparatito volvió a la vida, sentí una mezcla de alegría y tristeza. Y aunque ya vamos en el mes de febrero decidí añadir una nueva resolución a mi lista de este año.

La que tiene que ver con el celular y otras tecnologías. No permitir que me roben las posibilidades de conexión con lo real, con los seres que están a mi lado, con el universo que a diario me renueva con su grandeza. Sobre todo preservar mi mundo interior. Ese que necesita de espacios de silencio, contemplación y enfoque para mantener contacto con las fuerzas vitales de donde brota la vida plena, la espiritualidad, el amor.  Ciertamente debería haber más momentos de “off line” tecnológicos para poner  “on line” esa esencia humana que nada nos debe secuestrar.

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