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Un día pude hacerlo

Por mucho tiempopensé que nunca podría hacerlo, me decía una mujer hace un tiempo ante sudificultad en romper una relación malsana con su pareja. Para quienes de algunamanera hemos conocido eso que llaman codependencia – una excesiva, y a menudo inapropiada, preocupaciónpor las dificultades de alguien – parecería imposiblepensar en la posibilidad de aprender a despedirnos, a decir adiós, a ponerlímites, a reconocer que es tiempo de partir. Ese no saber despedirse de relacionesy personas de las que en ese enganche obsesivo, sentimos que necesitamos estarpegadas  y si nos separamos sentimos quenos falta el aire.

En mi ya largo caminode sanación, me tomó tiempo entender este asunto en mí y en otros. He vistomuchas expresiones de esta compulsividad de apegarse a las personas. En lasparejas, al punto de no poder dar un paso, si la otra persona no lo aprueba. Devivir con una angustia o miedos a perder la pareja. O de resolverle la vida comosi fuese impedido. De olvidarse de sus propias necesidades emocionales porandar pendiente del otro o la otra.

En los padrescon miles de ansiedades de que los hijos los abandonen, les pase algo malo, no sigansus mandatos, no sean como ellos esperan que sean. En los llamados amigos quepareciese que no caben otros en el espacio y hay celos extremos cuando el otrose abre a nuevas amistades. Celos si llegas, celos si te vas, celos si haces ocelos si no haces. Es como una sensación de vacío interior si no se estáconectado a esa persona. En profesionales y acompañantes que se apropian de losprocesos de sus clientes y con las mejores intenciones, se ven atrapados enapegos mal sanos.

Las redessociales nos han dado un nuevo espacio donde abundan los apegos cibernéticos.Viajé cuatro horas en un bus en Latinoamérica y una joven a mi lado pasó todoel viaje escribiéndose o “texteando” con su pareja que vive en otro país. Sereía, se enojaba, respiraba profundo; todo como si el hombre estuviese dentrodel teléfono. Terminó diciéndome que lo monitoreaba todo el día por “messenger”,porque no podía vivir sin él.

 En el camino de sanación y liberación interiortrabajando conmigo, y luego con otros, comencé a comprender de lo que setrataba y del daño que puede causar a otros esa búsqueda de conexión que sevuelve obsesiva. Descubrí que hay una relación fundamental, un vínculo primarioque todos necesitamos tener en los primeros años, de donde surge el sentido deamor incondicional que nos permite vivir los sanos límites en las relaciones.  De donde brota ese balance emocional que nospermite relacionarnos sin posesividades, celos, falsas expectativas.

Aquellos que poralguna razón sufrieron heridas psicológicas asociadas a la falta de amorincondicional como el abandono, falta de caricias, pobreza extrema, ambientesinseguros, golpes, toques inadecuados sobre exigencias, estructuras familiaresrígidas, entre otros, es posible que hayan crecido con una sensación de no serqueridos que les lleva a buscar de adultos, en los otros, ese afecto quedebieron recibir en los primeros tiempos donde se forma la base de lapersonalidad.

Si no se está enconexión interna y no existe ese amor propio, que es la fuente de la vitalidad,se corre el peligro de andar buscando relaciones y espacios dónde serreconocidos y aceptados.  Pero a la largase va creando una dinámica que termina en ataduras, exigencias, controlesobsesivos y dramas emocionales donde ninguno de los involucrados logra vivirplenamente.

Esto que llamamosheridas, puede ser sanado y la persona puede recuperar la armonía en susemociones y el balance que permite reconocerse valioso y capaz por lo que se essin necesitar de otros que se lo reconozcan. Aprender a darse el amor propiosin mendigar el cariño de otros.  Aprendera poner los límites sanos que permitan que sus relaciones sean de crecimiento yno de ataduras.

Un buen día pudehacerlo- me decía esta gran mujer. Un buen día descubrió  que todos tenemos en nuestro diseño comohumanos una capacidad infinita de resiliencia, de revitalización interior quenos permite apoderarnos de nuestro manejo emocional. Que somos capaces de vivirde modo libre en relación con otros. Pudiendo decir adiós de manera sana cuandose bordea aquello que atenta contra nuestra individuación, nuestra felicidad,nuestra paz.  Hay mucho por hacer parafomentar vínculos sanos donde nos podamos dar afectos sin irnos a los extremos,donde podamos confiar sin sentir que dependemos de otros, donde podamos sernosotros mismos y dejar a los otros ser.

En el Institutopara el Desarrollo Humano a Plenitud, ofrecemos espacios Vivenciales de CrecimientoPersonal, en los que trabajamos con aquellas áreas vulneradas que han lastimadonuestra armonía emocional. Para información de nuestros servicios puede llamaral 787- 842-0000 ext 1571. 

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