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¿Existe un Cielo para Ellos?

Hoy le pregunté a mi esposo si el cielo existe, me miró extrañado y me contestó ¿lo dudas?…

No lo dudo. Pero no estoy preguntándome si existe el cielo al que todos van. Me estoy preguntando si existe un cielo para los que en este espacio de acá no logran descubrir su plenitud. Un cielo para los que les toca la senda de la muerte en su trayectoria. Para los que viven matándose y matando. Para aquellos que la vida los conduce no a los caminos de la bien y  bondad, si no que los lleva a las sendas de la calle donde todo es oscuridad y muerte. Matas o te matan. Un camino que atrapa y no perdona, un camino que entrampa mostrando “poder” y “señorío”. El señorío de sentir que en algún lugar hay un espacio donde pertenecer. Donde anestesiar los pensamientos de dolor que atormentan al no sentirse amados. Un camino que dicta unas pautas por las que se vive y se muere. Y quienes lo siguen saben y pronostican a donde les conducirá, es cuestión de tiempo…

En la opción por el joven y precisamente el joven más oprimido vamos sintiendo demasiado cerca esta ruta de dolor. Escuchar palabras como masacrar, acribillar, apagar, guardar, prender etc. se va volviendo un lenguaje cercano. Mantener abierto  espacios para ellos cada día es más cuesta arriba, pues no muchos apuestan como nosotros a estas vidas no importa en qué condiciones nos lleguen. 

Y no hablo del cielo para todos aquellos que lo logran. Aquellos jóvenes que en nuestras escuelas alternativas y programas de prevención  logran “ver” y “verse” e inician un nuevo vuelo de cambio de realización. Los que se gradúan, se salen de la calle, emprenden una vida de trabajo honesto.  No hablo del cielo al que irán todos los jóvenes luchadores y que alcanzan la ruta de la vida. No, hablo de esos que aquí no lo logran.

Y me digo que tiene que haber un cielo especial para esas almas. Esas que nadie procura, esas que viven  mostrando su grito de S.O.S que a veces llega demasiado tarde a nosotros. Allgunos nos llegan tan metidos en esa ruta que parece no tener vuelta atrás. La ruta de la calle y la ruta de la oscuridad interior, la oscuridad ante esa maravilla que tienen y que nosotros les vemos desde que entran al Centro con sus gafas puestas.

Hoy descubro que para estos chicos, por alguna razón el cielo empieza con nosotros y los programas de Educación que les ofrecemos. Para ellos los Centros Sor Isolina Ferré y las organizaciones hermanas que se dedican al trabajo con la juventud,  son parte de ese cielo. Somos ese espacio de esperanzas, oportunidades que la vida les ha negado.

A nosotros nos toca la reafirmación cada día; esos son los jóvenes para los que existimos. En los que Sister Isolina puso su mirada y opción preferencial. Seguiremos creyendo que ellos si pueden, los veremos libres, transformados y continuaremos  la gesta apostando a ellos. Cuando todos en los que ellos han confiado los hayan abandonado, allí estaremos nosotros. Cuando no tengan con quien hablar tendrán nuestro apadrinamiento. Cuando se sientan amenazados,  nosotros los abrazaremos, y haremos lo que según nuestro modelo toque para impulsarlos a tomar la decisión a favor de sus vidas, de su crecimiento. Cuando el sistema los rechace nosotros les ofreceremos una educación alternativa donde ellos sean los protagonistas.

Nos toca seguir abriendo caminos, seguir  sembrando la paz en medio de la guerra del narcotráfico. Nos toca no acostumbrarnos, aunque cada pérdida represente un golpe. Llorar a cada uno con la indignación y el coraje de saber que perdimos otro ser lleno de vida y posibilidades. Mirar los que esperan por nosotros y seguir cultivando esperanzas….

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