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Antagonismo

La prédica anexionista se estrella y se desintegra en la pared de los antagonismos culturales y por eso la ciudadanía ‘americana’ del puertorriqueño no ha podido americanizarnos lo suficiente como para que ELLOS nos identifiquen y nos acepten como iguales.

¿Es que los estadoistas no se dan cuenta que el querer ser aceptado como parte de la unión federal o el que los ‘americanos’ nos acepten no es meramente un asunto de dólares y centavos?

Puerto Rico es tan nación como los Estados Unidos siendo el idioma español nuestra lengua como es el inglés la del imperio norteamericano. Somos gente distinta de tantas formas y maneras que lo último que se me ocurrió estipular fue que y cito “En Puerto Rico un blanco no mata a un negro por ser negro”.

Y los apologistas del dichoso Estado 51 siguen con la jodiendina de endiosar a los ‘Founding Fathers”, la mayoría de ellos esclavistas y glorificar una constitución que valida un sistema electoral anacrónico y francamente anti democrático que, además, bendice el derecho de poseer armas de fuego.

La sociedad ‘americana’ puede resultar un espejismo para quienes emigran de nuestra isla en busca de mejor vida. Particularmente para aquellos boricuas de clase media de escasa educación u obreros de  manufactura, servicios  y agricultura  que se mudan a un ambiente en el que prevalece el discrimen racial y sociológico. No es mucho lo que le ayuda una ciudadanía ‘americana ‘que no se complementa con un dominio mínimo del inglés. Además, resulta incomprensible que  en la nación más rica del mundo proliferen las desigualdades económicas, los crímenes de odio y el narcotráfico. Unos  58 millones de norteamericanos  viven en la pobreza. ¿A dónde nos quieren llevar los pitiyankis?

Para los que se llenan la boca diciendo que los puertorriqueños rechazamos la independencia les recuerdo que en 1952 el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) recibió un 17 por ciento de los votos superando al Partido Estadista Republicano y sabiendo el Pueblo que,  por lo menos la mitad de los electores del PPD eran independentistas (acallados) hechizados por la figura política de Luis Muñoz Marín.

¿Qué pasó de 1952 a 1968?

Se glorificó la ciudadanía ‘americana’ del puertorriqueño en el preámbulo de la constitución del Estado Libre Asociado y se oficializó la mentira de que Puerto Rico había dejado de ser una colonia de los Estados Unidos; embuste que las Naciones Unidas validaron presionados por Washington. Enamorado de su ‘criatura’ y de su absoluto poder político, Muñoz Marín instituyó la dependencia como leitmotiv de nuestra economía (una fundamentalmente colonial) y siguió convenciendo a las masas de electores con sonsonetes como el de la Unión Permanente, idea que antagonizaba con la conciencia nacional del boricua.

Tanto confió el Vate en el yankismo que cuando vino a darse cuenta de que se ‘le había salido el refajo’ allá para mediados de la década del 1960 ya el anexionismo había hecho avances que, en 1968, lo llevarían a desbancar al PPD del poder. Por primera vez en ese antagonismo irreconciliable entre nacionalidad y ciudadanía, nuestro Pueblo optaba por la contingencia en vez de por su esencia. No era poco lo que estábamos perdiendo porque el que desprecia su nacionalidad se queda sin identidad, sin  rumbo y sin propósito de vida  O sea, al garete.

El proyecto estadoísta nos desnacionaliza y nos deja en el limbo de la hibridez con el agravante de que no vamos a comer ni más ni mejor.

En 1993 y a raíz de anunciar Pedro Rosselló que en Puerto Rico el idioma ingles se haría tan oficial como el español, ataqué esa medida renunciando a la ciudadanía ‘americana’ y  reclamando la ciudadanía puertorriqueña por el más lógico de los derechos : el natural. Juan Mari Bras apoyó la idea y la llevó a la dimensión de la jurisprudencia federal logrando que el Departamento de Estado le aceptara la renuncia, tanto a él como al artista Pablo Marcano. Y en las elecciones generales de 1996 Mari Bras logró votar SIN SER CIUDADANO AMERICANO’, por el PIP, claro, y aunque su voto fue impugnado por doña Miriam Ramírez, el mismo fue validado por el juez Hermida en una decisión histórica que lamentablemente pocos recuerdan  y mucho menos valoran.

Unos 1,500 pasaportes boricuas fueron expedidos por la Unión Nacional Pro Patria. Guardo el mío para recordar lo que pudo haber sido y no fue. Pudo más el miedo que el valor y la dignidad y quedamos marcados por la inferioridad prevaleciendo así el estigma del carimbo: el pasaporte del águila.

Han pasado 22 años de aquella intentona pacífica y ¿qué tenemos? : Pues un país de ciudadanos ‘americanos’ quebrados económica y moralmente, Una colonia permanente, y vaya con la gracia de esa  unión. Un liderato político que no sabe que rayos hacer. Un socio que tampoco sabe qué hacer con nosotros y aunque hartos de tolerar los exabruptos anexionistas de nuestros pitiyankis, no nos quita de encima su bota imperial. Y para colmo de las desgracias, tenemos que soportar el desprecio  de un Barack Obama hacia todos los puertorriqueños, desprecio que se manifiesta crudamente  posponiendo indefinidamente la liberación de Oscar López Rivera.

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