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Tres retos para atender la crisis

Foto por Juan Luis Martínez / GFR Media

Si Puerto Rico quiere superar su crisis fiscal y económica, independientemente del partido que gobierne, de la situación de estatus o de la llegada de la Junta de Supervisión Fiscal, la Isla tiene que procurar generar riqueza.

Hay que trabajar y punto. Crear las condiciones para que se creen más empresas y se generen más plazas de trabajo, que a su vez, produzcan más ingresos al fisco. Ingresos que deben ser utilizados de manera sabia, reformulando un aparato gubernamental quebrantado, que hace años dejó de servirle apropiadamente al ciudadano y que gasta más de lo que ingresa, despilfarrando de manera burda e irresponsable.

Revertir la tendencia de contracción no es tarea fácil y, aunque algunos le quieran hacer creer lo contrario, no hay fórmulas mágicas. Ni Estados Unidos ni la Junta de Supervisión Fiscal vendrán a regalarnos nada, mientras que subirle exageradamente los impuestos a la clase trabajadora o al sector productivo, incluso a las multinacionales, tampoco va revertir la crisis. De qué vale subir impuestos, si malgastamos el dinero en actividades que no inciden favorablemente sobre el bien común del pueblo.

Así las cosas, en Puerto Rico tenemos tres retos fundamentales. El primero es lidiar con temas apremiantes, tales como la renegociación de la deuda, la virtual insolvencia de los sistemas de pensiones, lidiar con el impuesto a las empresas foráneas que culmina en un año, reconstruir la Autoridad de Energía Eléctrica y atender la insuficiencia en los fondos de la tarjeta de salud. El que venga a gobernar, tiene que decirle al pueblo desde ya cómo va a solucionar esos monumentales problemas.

El segundo reto es lograr una reingeniería gubernamental efectiva, para atemperar el aparato público a la realidad fiscal de la Isla y a las necesidades del pueblo. En Puerto Rico se ha intentado hacer esto en varias ocasiones, pero el peso de la política partidista ha terminado aplastando cualquier esfuerzo en esa dirección.  Hace más de 10 años recuerdo cuando Fomento Industrial, bajo la dirección de Jorge Silva Puras, reveló un plan para reestructurar a Pridco, lo cual suponía no solo una reducción de 150 puestos, sino el repensar el rol de los promotores de Fomento Industrial y atemperar las funciones de esa corporación pública  a las nuevas necesidades industriales de Puerto Rico. No obstante, el ruido que provocó ese plan para transformar a Fomento Industrial fue suficiente como para paralizar la agenda de cambio.

Mientras, en el 2009 la creación de la Ley 7, vio la eliminación de miles de empleados públicos utilizando el criterio de antigüedad. Pero la iniciativa, lejos de ser una reingeniería del aparato gubernamental, fue una movida dirigida específicamente a “salvar el crédito de Puerto Rico” -algo que de todos modos que no se materializó- y no a solucionar las crasas deficiencias de la estructura pública. Sin duda, lograr esa reingeniería será una tarea compleja y dolorosa por demás. Pero el no embarcar en ella nos mantendrá en el nefasto círculo vicioso que nos ha mareado por décadas.

El tercer reto, es el desarrollo económico. Si no ponemos a Puerto Rico a producir de manera acelerada y agresiva, en diversos frentes y de forma consistente y prolongada, no saldremos del hoyo. Según estimados ofrecidos por diversos economistas, incluyendo el Dr. Juan Lara,  Puerto Rico necesita una inyección anual de alrededor de $12,000 millones anuales por los próximos 10 años,  a modo de revertir la contracción económica y comenzar a generar crecimientos por la vecindad del 2% de su PIB. Para lograr ese crecimiento, Puerto Rico tendrá que viabilizar inversión foránea y nativa. Es decir, necesitaremos una combinación de inyección de capital procedente de empresas  multinacionales, con un colosal apoyo a la producción local. Si apostamos a una y excluimos la otra, estaremos destinados a fracasar.  Todo esfuerzo e incentivo para atreaer capital foráneo debe ser integrado de alguna forma a la producción local, a modo de propiciar los eslabonamientos necesarios para la creación de riqueza que necesita la Isla.

El que venga con promesas de un mejor Puerto Rico sin contestar o sin saber cómo va a lidiar con los tres temas antes mencionados, no sólo le falta a la verdad, sino que se burla del pueblo.

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