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¡Caña, despierta boricua!

El proyecto para volver a sembrar caña en Puerto Rico, revelado el miércoles, no tardó en generar controversia.

Rápido salieron voces a favor, exaltando la iniciativa de revivir esa colorida  industria que forma parte de la historia económica y social  de Puerto Rico y que para la década de los 30 inspiró la primera novela de Enrique Laguerre, La Llamarada.

Pero también salieron voces críticas que prácticamente se burlaron de la medida. Entes que rápido recopilaron argumentos en contra del la siembra, queriendo cortar la iniciativa a  machetazo limpio antes de que la misma pueda tan siquiera florecer.

La crítica, en términos generales,  es vital y necesaria, sobretodo en proyectos como estos, donde hay subsidios del Gobierno de por medio. 

Sin embargo, la crítica debe ir más allá de un mero “esto no va a funcionar”.

Si en Puerto Rico hay compañías que elaboran ron y lo exportan alrededor del planeta, llora ante los ojos de Dios que tengan que importar la  caña a la Isla de mercados como Dominicana y Brasil. ¿Qué la mano de obra en Puerto Rico es más cara que en esos países? Claro. Pero  la mano de obra es más cara aún en  Texas,  Lousiana y Hawaii y en todos esos estados se produce caña. ¿Entonces por qué Puerto Rico no puede entrar como un jugador?

Otra de las críticas es que “el puertorriqueño no va a querer cortar caña”.  Gente,  que bien que los escenarios de La Llamarada siguen vivos en la mente de muchos, al igual que las imágenes en blanco y negro de los cañaverales captados por el lente de Jack Delano. Pero es necesario recalcar que la forma de cultivar y procesar la caña hoy día ha evolucionado y dista mucho  de los tiempos de antaño. Los avances tecnológicos no se limitan a los iPhones ni a la tecnología aeroespacial. La innovación también vino a visitar la agricultura.

Y digamos que  la producción de caña todavía fuera como en el pasado. ¿No sería viable?  Claro que lo sería. Con una tasa de participación laboral por debajo del 42%, en Puerto Rico hay gente que necesita trabajar. Pero muchos lanzan el argumento de que hay personas  muy cómodas cogiendo cupones, que jamás trabajarían “cortando” caña.

Ante esa tesis, es vital recalcar que los subsidios fueron ideados como ayudas temporeras. Sin embargo, en Puerto Rico tenemos generaciones de familias que viven de las ayudas. Hay que sacar de ese mantengo a  la gente que sí  puede trabajar y ponerlos a laborar en diversas industrias, incluyendo la caña.

Y los presos, que en Puerto Rico tienen derecho a votar, ¿por qué no se les da el derecho a trabajar? Hay varias iniciativas a esos fines y creo que la producción de caña podría ser otro de esos proyectos que ayudaría a la rehabilitación de la población penal.

Reitero: La crítica es necesaria y buena, pero debe venir con el espíritu de viabilizar las oportunidades de desarrollo económico. Creo que en vez de cortar de raíz la iniciativa, debemos mirar la oportunidad que representa, buscar cómo minimizar los riesgos e identificar mercados adicionales para no limitar la producción únicamente para las elaboradoras de ron.  La oportunidad está ahí. Es cuestión de abrir los ojos, despertar y ver cómo hacerla factible.

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