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Mercado de tiempos

Antes de vencer al líder azteca Moctezuma, Hernán Cortés escribió varias cartas. Hay una, dirigida al emperador Carlos V, en la que Cortés describe un mercado que ocupaba el lugar donde hoy se encuentra el Zócalo (la Plaza Mayor). La carta, escrita durante la segunda década del siglo 16, es un inventario de todos los productos y tiendas frecuentadas por los indios aztecas:

“Hay calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra,  así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, forales, zarceras, tórtolas, paloma, pajaritos en cañuela […] Hay calle de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de barberos  donde lavan y rapan cabezas. Hay casas donde dan de comer y beber por precio […] Hay en esta gran plaza una muy buena casa como de audiencia, donde están siempre sentadas diez o doce personas, que son jueces y libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandan a castigar a los delincuentes.”

Luego de casi 500 años, el escenario no ha cambiado mucho. Actualmente, la geografía comercial del centro histórico está segmentada de acuerdo a las mercancías que allí se venden. Como en el antiguo mercado prehispánico descrito por Cortés, cada calle está dedicada a vender un producto en específico. Por ejemplo, hay una en la que exclusivamente se venden libros. En otra, se exhiben y ofrecen trajes para quinceañeras y novias. Más adelante, se topa uno con la calle de las lámparas y efectos de electricidad. Las monturas de espejuelos se pueden encontrar a buen precio en la vía de las ópticas.

La magnánima Plaza Mayor—rodeada por la Catedral, el Templo Mayor y el Palacio Nacional—se siente vetusta. Una bandera mexicana de grandes proporciones marca el centro de la plaza. Miro a mi alrededor y me percato de que los vendedores ambulantes no se aglomeran en la plaza. He leído que el gobierno les ha prohibido vender en la plaza y ciertas calles: “para conservar la integridad y belleza de la ciudad” y “eliminar la competencia desleal”.

No es la primera vez que se considera el comercio como elemento de fealdad en el Zócalo o Plaza Mayor. En 1720 se construyó un mercado justo en el lugar que Hernán Cortés había descrito casi doscientos años antes. Ese mercado del siglo 18 se llamó El Parián. Sin embargo, con el tiempo, la calidad de los productos bajó y muchos se quejaron del mercado. Entre ellos, una marquesa opinaba que este entorpecía la belleza de los atardeceres en la Plaza Mayor porque rompía con la uniformidad del espacio. El Parián fue demolido 80 años después.

Siempre que camino por los pasillos de un mall experimento una sensación de desapego o indiferencia. Contrariamente, la Plaza Mayor y las calles del centro histórico me producen un efecto de extrañamiento. Supongo que tiene que ver con la presencia de cicatrices y marcas dejadas por dos mercados desaparecidos en un lugar que parece resistirse al cambio.

Por alguna razón, Cortés decidió describir aquel primer mercado justo antes de conquistar la ciudad. Su carta se convirtió en el único espacio en el que se preservó la existencia de la organización comercial azteca. Luego aparecieron los otros mercados. Todos me parecen ser el eco de uno mismo.

 

 

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