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Guaguas de pesadilla

Puede que a la mayorparte del País no le importe mucho la suerte que corra la AutoridadMetropolitana de Autobuses (AMA), ya que se trata de una corporaciónpública que opera en los municipios del área metro de San Juan,pero lo cierto es que todos, independientemente de dónde vivamos,pagamos por su mal servicio.

Injusto, por supuesto,para aquellos que viven más allá de la zona metropolitana, perotambién para los que vivimos por acá y, sobre todo, para los milesde usuarios que dependen de ese transporte y sufren a diario largasesperas para llegar a sus destinos.

Pagamos todos, decía,pero nuestro dinero no se utiliza de la forma correcta. La AMA, quesi se concreta la legislación aprobada ya por el Senado sefusionaría con la Autoridad de Transporte Marítimo, ese otrodesastre de transportación colectiva, está operando ahora mismo conun déficit presupuestario de $9 millones.

La corporación tieneun presupuesto de $86 millones, su operación cuesta $81 millonesanuales y sus ingresos son de $4.7 millones.

Cuadrado, ¿no? Puesno, porque la AMA tiene deudas por $60 millones y la mayoría de suscerca de mil trabajadores están cobijados por un convenio colectivoque cuesta $43.1 millones.

Y no es solo el renglónde salarios el responsable de tan alto costo, pues lo que ocurre esque los choferes reciben una serie de bonificaciones cuyos autoresdeberían estar escribiendo guiones de películas de ciencia-ficciónen Hollywood.

Tienen bono por nofaltar, pero también por asistir (¿no es lo mismo?). Y les paganbonificación si no chocan (bueno, pueden chocar pero cobran si laculpa no es del chofer de la AMA). Y así por el estilo.

A pesar de eso, nodebemos demonizar a los trabajadores unionados porque no estánsolos. El presidente de la AMA, Alberto Figueroa, ha estado cobrandohasta ahora un sueldo de $10,000 mensuales, lo que representa $2,400más al mes que lo que ganaba su antecesor.

No deberíasacrificarse tanto por una empresa a la que su experiencia yconocimientos, de los que él se precia públicamente, no parecenhaber aportado mucho para sacarla del hoyo.

Figueroa ha reconocidoque tiene automóvil con un chofer que gana $60,000 anuales, unsueldo que se apresuró a justificar diciendo que no sale delpresupuesto de la AMA, sino de otros fondos (públicos también, porsupuesto): del Departamento de Transportación y Obras Públicas, laagencia sombrilla. Un paraguas necesitaría el DTOP para resguardarsede ese diluvio.

Además, Figueroaadmitió recientemente que desde noviembre pasado había retenido $11millones del salario de sus trabajadores, pero no había remitido eldinero, como dicta la ley, a entidades tales como la Administraciónde Sistemas de Retiro, la Cooperativa de Ahorro y Crédito Fedecoop yla Asociación de Empleados del ELA porque con esos chavos estabacubriendo rotos, o sea, pagando otras deudas.

El futuro de la AMA semuestra más incierto que nunca. Con una administración incapaz desacarla a flote y una unión que durante muchos años ha conseguidoprivilegios inmerecidos para sus afiliados, no ha podido nuncasiquiera sincronizar su servicio con el limitado y perdidoso TrenUrbano, que por lo menos cumple sus horarios establecidos.

Habría que ir másallá de fusionar a la AMA con otra corporación igualmente fracasadacomo la ATM, y reinventar el sistema de transporte público para elárea metropolitana. A eso debería asignarse el dinero que hoy sebota subsidiando la pesadilla de miles y miles de ciudadanos que seconsumen a diario esperando la guagua.

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