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Las cosas por su nombre

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47 días

El 21 de enero de 2021, el preso independentista puertorriqueño Oscar López Rivera tendrá 78 años, 40 de los cuales habrá estado preso por “conspiración sediciosa para derrocar al Gobierno de Estados Unidos”. Si el corazón del presidente estadounidense Barack Obama no se ablanda en los próximos 47 días, no será hasta entonces, y con suerte, que se podrá volver a albergar la ligera esperanza de que a López Rivera se le indultará una sentencia que hace años no debía estar cumpliendo.

Nadie en su sano juicio cree que Donald Trump, el divisivo, el antihispano, el mimado de la ultraderecha supremacista belicista de Estados Unidos, quien será el presidente de ese país al terminar los 47 días que le quedan a Obama en el cargo, va a tener la fibra humana para entender que López Rivera ha cumplido una condena exageradamente desproporcionada en relación con los crímenes que se le probaron y abra las puertas de las rejas para que salga a disfrutar de sus últimos años en compañía de sus seres queridos.

Es por esta razón que los que impulsan la campaña por la liberación de López han intensificado sus esfuerzos durante las pasadas semanas, por la certeza de que si Obama no lo libera antes del próximo 20 de enero, no hay nada que buscar con Trump y es muy probable que López Rivera, quien cumple 74 años el próximo Día de Reyes, tenga que cumplir los seis años mínimos que le quedan para cualificar para libertad condicionada.

En este momento, está en marcha un esfuerzo para recopilar 100,000 firmas en la página de internet de la Casa Blanca antes del próximo domingo 11 de diciembre pidiéndole a Obama que lo libere. Si se llega a 100,000, la Casa Blanca está obligada a dar una respuesta: Obama concede el indulto o tiene que explicar por qué no, lo que hasta ahora no ha hecho.

Al momento de entregar esta columna el viernes en la noche, el esfuerzo, que cuenta con el apoyo del más importante liderato político, cultural y religioso del país, iba cobrando fuerza y se habían superado las 81,000 firmas.

Conviene repasar el trasfondo de López Rivera para los que todavía no estén convencidos de la justicia de este reclamo.

López Rivera era miembro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), un pequeño grupo que luchaba por la independencia de Puerto Rico por la vía armada. A las FALN se les atribuye cerca de 120 atentados, principalmente en Nueva York y Chicago. El más notorio ocurrió en 1975 en Fraunces Tavern, un pub histórico en Nueva York, del que dice la leyenda que fue utilizado como centro de operaciones del héroe de la guerra de independencia de Estados Unidos, George Washington.

El 24 de enero de ese año, mientras cientos de parroquianos disfrutaban en el lugar, una bomba de dinamita colocada a la entrada de Fraunces Tavern estalló, causando heridas a decenas y la trágica muerte de Frank Connor, de 33 años; Harold Sherburne, de 66; James Gezork, de 32; y Alejandro Berger, de 28. Las FALN se atribuyeron la autoría y dijeron que fue represalia por un bombazo que mató a tres e hirió a 11, incluyendo un niño de seis años, en la panadería de un independentista en Mayagüez.

Las FALN le atribuyen el bombazo en Mayagüez a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.

López Rivera ha reconocido ser miembro de las FALN, pero no la autoría de ninguno de los atentados en específico. En el caso del ataque a Fraunces Tavern, que las FALN justificaron diciendo que allí se reunían representantes del poderío económico de Estados Unidos, López Rivera dice que las autoridades de ese país tienen evidencia de que el día del bombazo él estaba en Isabela y que no se enteró del atentado hasta que lo leyó en un periódico dos días después.

Las autoridades estadounidenses nunca han acusado a López Rivera de ningún hecho de sangre y por eso su convicción es por el cargo genérico de “conspiración sediciosa para derrocar al Gobierno de Estados Unidos”.

Eso, de paso, ni cierto es, pues López Rivera, quien vivía en Chicago desde adolescente y había servido en el Ejército durante la guerra de Vietnam, no quería derrocar al Gobierno de Estados Unidos, sino acabar con el dominio colonial que este ejerce todavía sobre Puerto Rico.

Hay tres maneras de relacionarse con el tema de López Rivera.

Se puede estar de acuerdo con sus acciones y las de las FALN y apoyar su liberación o se puede no estar de acuerdo ni con la independencia ni con las armas y oponerse por eso a que salga de la cárcel. La tercera es que se puede diferir de su ideología y métodos, y lamentar las muertes de las víctimas en Fraunces Tavern aunque López Rivera no haya sido el autor, pero entender que los 35 años que ha estado preso son más que suficientes por los delitos que cometió o con los que se cree que puede estar relacionado y debe ser liberado ya.

Esa es la postura de la mayoría de los puertorriqueños y de las puertorriqueñas y de innumerables ciudadanos en el extranjero que también apoyan la liberación. López Rivera, quien nunca fue un delincuente común y hasta tiene una condecoración por su servicio a Estados Unidos en Vietnam, ha pasado más tiempo en la cárcel que algunos de lo más viles asesinos, ladrones y violadores. Sus acciones, estemos de acuerdo o no con sus métodos o con su ideología, tenían el noble objetivo de desenmarañar a Puerto Rico del sistema colonial al que hoy la mayoría del pueblo se opone.

No robó, ni mató. No hizo nada para sí mismo. Lo hizo por nosotros, que llevamos más de 500 años de colonia. Podemos diferir de sus métodos, pero no negar que son los mismos que muchos otros usaron como arma política, incluidos los independentistas estadounidenses que lograron la liberación de las 13 colonias en 1776 para crear el país al que más del 90% de los boricuas quiere todavía seguir vinculado de una u otra forma.

Puede que no nos guste que López Rivera sea independentista, pero no podemos negar que dio por sus creencias mucho más de lo que cualquiera de nosotros ha dado, o podrá dar jamás, por las nuestras. López Rivera renunció a la violencia como arma política. Hace décadas que la lucha armada por la independencia no es una amenaza para nadie. Ninguno de los independentistas puertorriqueños liberados tras cumplir largas sentencias por delitos cometidos por motivaciones políticas ha dado jamás problemas a ninguna autoridad.

Los próximos 47 días pueden ser de vida o muerte para López Rivera. Si Obama, quien dice que uno de sus héroes es Nelson Mandela, preso 27 años por el mismo delito de conspiración sediciosa que se le atribuyó a López Rivera, se va de Casa Blanca sin liberarlo, sería poco menos que una bofetada a un pueblo que no le ve ya ningún sentido a este encarcelamiento y quiere pasar ya esta página.

Ayudémoslo, pues, a decidir. Vayamos hoy a la página https://petitions.whitehouse.gov//petition/president-obama-free-oscar-lopez-rivera-he-ends-his-term-president y firmemos.

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