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Las cosas por su nombre

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El pésame

Imaginen a un asesino dando el pésame a los familiares de su propia víctima y entenderán la actitud asumida el viernes por el liderato principal de los partidos Popular Democrático (PPD) y Nuevo Progresista (PNP) ante el veredicto de culpabilidad contra los acusados en el caso del recaudador popular Anaudi Hernández.

Esos dos partidos mataron la confianza del pueblo en las instituciones públicas con sus prácticas entusiastamente corruptas en el financiamiento de sus campañas, y ahora que la indispensable confianza del país en su gobierno yace en capilla ardiente, rodeada de cirios y acompañada de rezos que suenan como zumbido de moscas, vienen con rostros compungidos a darnos palmaditas en el hombro y decir “lo acompaño en los sentimientos”.

Después de las palabras, se dan media vuelta y vuelven a lanzarse de cabeza al lodazal del modelo de financiamiento de campañas políticas, que está en el corazón de los más deleznables actos de corrupción que nos vienen sacudiendo hace por lo menos 20 años y que han ido sacándole la vida a la confianza del país en sus instituciones públicas.

Es que a la gente decente tiene que darle escalofríos cada vez que se piensa en cómo es el mambo en las campañas políticas aquí. Visualícelo y verá: en restaurantes de alcurnia o en casas de “buenas familias” que a veces, como en el caso de Anaudi Hernández, resultan no serlo tanto, el político de su predilección se reúne en privado con gente que le hablará al oído y le pondrá un pesado cheque en las manos.

En algunas de esas reuniones, el nivel de acceso al político se define por la cantidad de dinero que se dé. Da vergüenza hasta pensarlo, pero así es: si usted da $500, puede acercarse a tantos pies del candidato. Si da $1,000, a lo mejor puede tocarlo por el hombro y susurrarle un par de piropos al oído. Si da $2,000, lo sientan en la mesa junto al futuro gobernador, comisionado residente o senador y ahí lo tiene por el tiempo que guste para convencerlo de lo bueno que es el proyecto por el que usted quiere que se le paguen millones del dinero de todos los contribuyentes.

Imagine lo que puede lograr alguien como Anaudi Hernández, que no solo daba dinero, sino que reunía a otros para que dieran también. Ese hasta se fue de vacaciones a París con el entonces recién electo gobernador Alejandro García Padilla.

El candidato siente una pasión incontenible por esa gente porque, como se hace política aquí, el dinero que este le provee es indispensable para tener opción de triunfo. Como aquí hay gente que no vota por el que no vea a todas horas en televisión o le pase frente a la casa con la canción de moda puesta a todo lo que da en una tumbacoco, que cuestan ambas cosas cantidades inimaginables de dinero, pues el político sabe que sin el que da billete, o sin el que recauda, no puede ganar y hace lo indecible, hasta deshonrar a su familia y a su descendencia, por tenerlo contento.

Usted allá en el barrio Factorde Arecibo o La Plena de Salinas a lo mejor necesita que le encinten una calle, que le pongan luces a la cancha donde juegan sus hijos o que no le falte nunca una terapista a su nena con necesidades especiales. Pero como usted no tiene $2,000 para darle al señor político, ni quizás un traje fino de los que se requieren para esas ocasiones, a usted ni lo invitan a esas orgías y su necesidad siempre será secundaria a la del que puede dar el dinero que el político codicia con todo su corazón.

Hay maneras de manejar esto. Las cortes en Estados Unidos, cuyas decisiones nos aplican porque somos colonia de ese país, han decidido que dar dinero a un político es un derecho constitucional y no se puede prohibir. Pero no ha sido declarado derecho constitucional recibir esos donativos y nadie puede obligar a un político a recibir dinero de intereses privados. En fin, que se puede buscar la manera de obligar a los políticos a financiar sus campañas solo con dinero público.

Aquí la gente suele respingar cuando se habla de dinero público para campañas. Se cree, erróneamente, que es otra manera de los políticos sacarle el jugo al presupuesto público. Pero esto hay que verlo de otra manera y es haciéndose la pregunta: ¿quién usted prefiere que le pague la campaña al político de su predilección, usted con sus contribuciones o Anaudi Hernández con su saco de trampas? ¿Cuál es el menor de los dos males, el político haciendo campaña con dinero de todos nosotros o con dinero de varios Anaudis? La respuesta a esa pregunta no debe ser difícil.

Los candidatos actuales del PPD y del PNP no han hablado con claridad de este tema. Le han dedicado mucho tiempo a reprocharse los casos de corrupción de uno y de otro, pero hay muy pocas propuestas concretas para atender este tema tan vital.

El candidato popular David Bernier dice que en su campaña ha prohibido donativos anónimos, el truco predilecto para ocultar aportaciones ilegales de grandes donantes, pero eso habrá que verlo cuando se audite el proceso una vez pasen las elecciones. También ha dicho que hay que evaluar el vínculo entre donantes y contratistas y que está dispuesto a considerar campañas más cortas y financiamiento público. En su programa de gobierno se compromete a eliminar los donativos en efectivo.

El líder del PNP, Ricardo Rosselló, mientras tanto, hizo a sus candidatos firmar un “compromiso anticorrupción”, pensando, quién sabe si con inocencia, que el que no teme violar leyes estatales y federales va a temer violar ese “compromiso anticorrupción”. También ha dicho que ha prohibido a sus funcionarios de campaña ofrecer contratos a los donantes.

Pero no tiene en su programa de gobierno propuestas específicas sobre el financiamiento de campañas. En las 227 páginas de su detalladísimo “Plan para Puerto Rico”, solo esto dice sobre financiamiento de campañas políticas: “Revisaremos la ley para el financiamiento de campañas políticas para insertar medidas que ayuden a desalentar el inversionismo político, mientras se respeta el derecho de libertad de asociación y el espacio democrático de las minorías”.

Los otros cuatro candidatos están clarísimos: apoyan acortar el tiempo de campaña y financiamiento público total de campañas.

La corrupción, y su raíz, el financiamiento privado de campañas políticas, ha destrozado la confianza en las instituciones y es más responsable de lo que se cree  de la quiebra del gobierno y de la implosión de las agencias del Estado Libre Asociado (ELA). Es un tema que merece un poco más atención que simples generalidades.

Del que nos mató un familiar, en resumen, merecemos más que un hipócrita pésame.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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