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Las cosas por su nombre

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La cruz

Reapareció Jorge de Castro Font. Lo vimos volver a la libertad luego de ocho años preso por corrupción. Incipientes arrugas le pintan el rostro de niño que ni en sus momentos más duros perdió. En la cárcel parece que le bajaron el volumen, pues ya no habla con el desenfado de antes. Ahora tiene un tono de voz tímido, como si ya no le gustara hablar, él que en su momento fue uno de los mejores políticos para entrevistar.

Su semblante adolorido lo revela de cuerpo entero: es un hombre que fue profundamente golpeado por sus propias acciones, que está ahora ante la tarea vital de tratar de reconstruirse. Le llueven, dice él, ofertas de trabajo. No ha hablado, por supuesto, de volver a la política partidista. Y por descabellado que pueda parecer, dada la manera en que se está haciendo política aquí ahora, no es imposible imaginar que, si quisiera volver a ser senador o representante, tendría bastantes posibilidades de lograrlo.

Durante las pasadas semanas, nos ha ido llegando a cuentagotas la certeza de que los partidos principales perdieron toda pretensión de propiedad y han dejado figurar en la papeleta a todo personaje, no solo de dudosa reputación, sino de reputación embadurnada de lodo, con un hedor que se percibe de aquí a la Patagonia.

Perplejos quedamos al enterarnos de que eran candidatos legislativos un agresor sexual, otro que le entró a batazos a un vecino mientras dormía porque creía que le robaba en la casa, un tercero que apenas habiendo conocido a una dama se sintió en la confianza de intentar seducirla, como cantó Rubén Blades, “de la manera más vulgar y descarada” y un cuarto que renunció a la imprenta de la Cámara de Representantes antes de que lo botaran en medio de una investigación por desaparición de materiales.

Esos cuatro fueron sacados de la papeleta cuando la prensa los alumbró como con una linterna. Pero, asombrosamente, no eran los únicos.

Más perplejos quedamos todavía cuando esta semana supimos de un candidato del Partido Nuevo Progresista (PNP) que también le entró a batazos a rivales políticos en el 1992 y otro, también del PNP, que ha sido arrestado conduciendo ebrio seis veces, un tal Raúl Caraballo, de Mayagüez. Y eso no por no mencionar otras perlas que ya estaban antes en la papeleta. En total, de lo que se sabe hasta ahora, hay en la papeleta del PNP ocho candidatos que han tenido diversos problemas con la ley, y al menos uno en el Partido Popular Democrático (PPD), el alcalde de Dorado, Carlos López, convicto por uso de propiedad pública para fines partidistas.

Esto es solo lo que se sabe hasta ahora, porque son cientos de candidatos. Todos fueron certificados por sus partidos. Los que han salido de la papeleta fue solo porque la prensa los puso en vitrina. Si no fuera por eso, nos los habríamos encontrado en noviembre mirándonos a la cara, con sus sonrisas veladas, invitándonos a ponerle la cruz debajo, en la intimidad de la caseta de votación.

Para entender por qué suceden cosas como estas es bueno mirar lo que pasó en el distrito representativo 23, que comprende partes de los municipios de Ponce, Guayanilla, Peñuelas y Yauco. Ahí, el PPD se quedó sin candidatos porque a los tres aspirantes les salieron manchas y fueron retirados de la papeleta por el líder de la colectividad, David Bernier.

Es imposible creer que en ese distrito no exista una sola persona de reputación intachable que pueda aspirar a la Legislatura. Los hay. Es más, puede uno asegurar que, en esa zona, como en el resto del país, sobra la gente decente. Lo que sucede es que la política aquí se juega bajo unas reglas que no mucha gente está dispuesta a jugar.

Primero, las candidaturas casi nunca se deciden por el talento del candidato, sino por las conexiones que tenga en la estructura del partido y la manera en que se relacione con la dinámica de las campañas. Es muy raro que una persona que nunca haya tenido vínculos formales con un partido pueda correr con éxito para un puesto político. Si no está conectado con los comisarios de barrio y con la gente que mueve a los votantes y a los que ponen el dinero, está destinado al fracaso.

Los partidos funcionan prácticamente como clubes privados en los que todos conocen a todos y todos se protegen a todos. Miren, por ejemplo, el caso de Edwin Pagán,  quien en el 2001 fue acusado de masturbarse frente a un menor y transó por una convicción de tentativa de exposiciones deshonestas aunque, según el Tribunal de Apelaciones, los hechos ocurrieron tal como fueron denunciados originalmente.

Eso lo sabía todo Humacao. Pero eso no impidió que pudiera colarse en la papeleta, donde estaría todavía si no fuera porque la prensa lo sacó de las sombras. Llegó a la papeleta porque es un protegido del secretario general del PNP, José Aponte, con quien trabajó por años como asesor. Jamás en la vida una persona con ese esqueleto tan enorme en el clóset hubiera podido entrar a la papeleta si no tuviera un protector de esa estatura.

Esa es la misma dinámica que aplica para los puestos en el gobierno. Casi nadie accede a un puesto directivo en una agencia de gobierno, e incluso al gabinete, si no tiene una buena conexión en el partido. Bajo esa dinámica es que surgen esos jefes de agencia que vemos a diario en la prensa sin que nadie cuerdo pueda saber cómo llegaron a esos puestos. No fueron nombrados por su talento. Fueron nombrados porque alguien con influencia en el partido los acomodó.

Hay, claro, gente decente y competente en la política. Pero esos no llegaron por su decencia. Llegaron porque dominaban la dinámica malsana de los partidos, la misma dinámica que le cierra el paso a la mayoría de los buenos boricuas que, si los dejaran, ponían a este país sobre sus pies y lo sacaban del hoyo monumental en que está.

Ese sistema político partidista, cuyas vísceras malolientes tan claramente han quedado expuestas, una vez más, con los hechos descritos en esta columna, es la pesada cruz que carga Puerto Rico camino al calvario que vivimos. Esa cruz, entiéndase de una vez, es la que nos impide erguirnos y alcanzar nuestro potencial.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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