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Un río salido de su cauce

Un río quese sale de su cauce y en su carrera alocada va arrasando con campos, árboles,casas, escuelas, iglesias, hasta de tumbas se ha sabido, todo, en fin, lo que aalguien puede serle querido.

Esasensación de desolación, de absoluta devastación, de que se acabó la vida, esla que agobia en estos días a Puerto Rico, como un virus que  fuera contaminando el sistema nervioso central de la sociedad.

Seacabó la cuerda de la falsa prosperidad, nos elevamos del sueño profundo en queestuvimos por décadas como quien despierta a una pesadilla de la vida real ynos encontramos con un país que se tambalea y parece a punto de desplomarseante el peso de dificultades que lucen insalvables.

Hace años,sabíamos, los que vemos la vida de frente y no creemos en cuentos de camino,que esto venía. En febrero, las casas acreditadoras nos degradaron. Eso fuecomo la vigilancia de tormenta que se emite por ondas radiales con muchaestática y que debió llevarnos a asegurar nuestras cosas y refugiarnos entierra alta para evitar el golpe de agua.

Ni asícreímos y, por eso, nos cogió desprevenidos esta semana lúgubre en que el ríofinalmente se salió de su cauce y comenzó a arrasar todo lo que encontró a supaso.

ElGobierno, sin la opción ya de seguir aguantando la respiración ni un minutomás, que si la tuviera de seguro que lo haría, presentó un presupuestobalanceado que, para todos los efectos, supone $1,400 millones menos paragastar en cosas en que ahora se gastan.

$1,400millones que se podían usar para 1,400 otras millones de cosas.

Se llevaenredada, así, entre otras preciadas posesiones del país, a la Procuraduría dela Mujer, una institución relativamente joven, creada por la exgobernadora SilaMaría Calderón a principios de la década pasada  y que, en términosgenerales, le había servido bien al país.

Se leenyunta al Departamento de la Familia, una agencia, como tantas, amenazada porla falta de recursos, contaminada, al igual que el resto del Estado, por elveneno partidista, que tiene la más bella función, proteger a niños, madres yancianos desampados, pero a los que casi nunca ha podido servir bien.

Se van apique también, por lo menos, 100 escuelas, múltiples beneficios de losempleados del Estado, subsidios para las personas de mayor edad, se aumentan contribuciones,se eliminan créditos y exenciones, se reducen  bonos de Navidad, días porenfermedad, mil cosas más. Todo eso más lo que todavía no sabemos porque elGobierno, que es alérgico a las malas noticias, que ha actuado en el manejo deesta crisis de manera muy irresponsable, ha ido dando la información acuentagotas.

Todo estonos dejó atónitos, confundidos y ensimismados, halando cada cual para su lado,creyendo, casi todos, que esto es con el vecino y no con nosotros, pensando, alparecer, que todavía hay manera de superar este trance sin que sintamos ni unpoco de dolor. Por eso es que hemos visto a tantos esta semana diciendo “no mequiten a mí, quítenle al otro”.

Estamosciegos todavía. Falta que se asiente bien la noticia,  que nos aclimatemosal nuevo ecosistema, que la vista se acostumbre a la oscuridad, quecomprendamos, de una vez y por todas, que lo que teníamos no era nuestro y, enalgún momento, teníamos que devolverlo.

En pocaspalabras, tenemos que aprender a nadar, tamaña tarea  cuando ya uno tieneel agua encima, pero sin que nos quede más remedio. Cuando el río no se habíasalido de su cauce, allá por los años 70, nos lo dijeron: están gastando muchomás de lo que tienen. No hicimos caso. 

¿Quénos queda por hacer, pues?

Primero,ajustarse el cinturón y comprender que no somos un país próspero, sino pobre, yacostumbrarse a vivir como tal. 

Segundo,reírsele en la cara y botar de su casa al político que venga prometiendocualquier cosa que no sea sacarnos de encima la deuda monumental y este estadopiraña que todo lo devora.

Tercero,resolver el status, esa cadena de esclavo amarrada a nuestro cuello que nosimpide volar  como podemos y comprender, de paso,  que tenemos quehacerlo nosotros mismos porque el americano ha demostrado un millón de vecesque no le importamos nada. Véanlo de una vez:  llevan más de un añopidiendo la estadidad y  muchos más rogando que permitan “desarrollar” elEstado Libre Asociado y allá ni se inmutan.

Nuestrosproblemas, con lo complejos que son, se pueden resumir en esos tres aspectos:creer que podemos vivir más allá de nuestros recursos, una clase políticaprofundamente deshonesta y el status, que no es otra cosa que la creencia deque otros  nos resolverán los problemas.

Vaya a laesencia, sáquele de encima todo el follaje y lo verá clarito: caímos en estehoyo por pedir lo que no podían darnos, por creerle los cuentos a los dementesque nos han gobernado y por pensar que en Washington nos quieren mucho y van aampararnos al calor de sus recursos.

Malasnoticias: creímos lo que no era y el río nos arrasó. Tenemos más oportunidades.Oigan esta vez.

(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)

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