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Pitino y Arroyo

Rick Pitino es un buen dirigente y Carlos Arroyo es el mejor jugador ofensivo que ha vestido la camiseta de nuestro Equipo Nacional de Baloncesto.

De ascendencia italiana, Pitino es de la escuela que tuvo en Lou Rossini, mi ‘coach’ en Arecibo, uno que sentó cátedra dirigiendo en Puerto Rico tanto a nivel local como en el basket internacional al frente de la selección puertorriqueña que lograra el cuarto puesto en el Basket Olímpico de Tokio en 1964.

Uno aprende mucho jugando para buenos dirigentes y tuve la suerte de jugar para dos de los mejores: Rossini y Víctor Mario Pérez. Con Rossini mejoré en algo mi defensiva pero él, en deferencia a mis habilidades ofensivas, siempre me daba a gardear al jugador adversario de menos destrezas. Como Pitino, Rossini enseñaba y favorecía la defensa individual (hombre a hombre) con la diferencia de que Rossini no preseaba a cancha completa mientras que Pitino si prefiere esa modalidad que, por cierto, yo también prefiero.

Sin embargo, me sorprendió el que Pitino no sembrara a Carlos Arroyo en el Equipo Nacional  aun cuando todos sabemos que Arroyo es flojo en el gardeo y siempre lo fue desde que debutara con Fajardo en el BSN. Y por eso, pienso que tiene que haber alguna otra razón para excluir a Carlitos tratándose de un canastero todavía excepcionalmente útil en la ofensiva. Es obvio que Arroyo no encaja en la estrategia de presear a cancha completa y que de tener que hacerlo afectaría su efectividad en el ataque, pero si yo fuera Pitino trataría de mantenerlo en la alineación aunque tuviera que, en alguna medida, modificar tácticas defensivas del colectivo.

Ofrezco mis opiniones, pareceres y saberes sobre un deporte que conozco muy bien porque si alguien en este País pone a Puerto Rico primero, ese soy yo. Y perdonen la manera de señalarme.

Rick Pitino, repito, es un buen dirigente, pero no es infalible. Además necesita ser asesorado en cuanto al personal que no conoce y con quienes tendrá que trabajar. Sus expresiones sobre Arroyo aunque pudieran deberse a razones estrictamente técnicas fueron desacertadas, innecesarias y obviamente antipáticas. Bastaría haber visto jugar al Arroyo de 36 años para saber que el boricua es tan buen anotador ahora como lo era hace diez años.

 

 

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