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Interdisciplinaria: La universidad del futuro

Me quité, pero…

Me quité. Me quité de las noches sin fin, de las cortaduras con los “xacto knives” y de las críticas interminables de mis trabajos en presentaciones finales. Me cansé de la ceguera inducida por horas frente a AutoCad. Sí, me cansé. Pero aprendí a ser un ciudadano completo, no uno definido por mi profesión. Aunque en ocasiones he perdido mi rumbo, a partir de mis primeros días en la escuela de arquitectura supe que si me “convertía” en arquitecto, no aprendería solamente a diseñar edificios. Sería diseñador industrial, paisajista, ingeniero estructural, artista.

Y así fue. El profesor de Historia de la Arquitectura me enseñó el valor de conocer la música. Por eso ahora ahora conozco su importancia para disfrutar plenamente mi vida. El profesor de Teoría me inculcó un sentido profundo de rigurosidad y la importancia de la crítica, tanto de la “constructiva” como de la que no lo es también. El de Diseño me contagió con la curiosidad sobre el arte y el dibujo.

Hoy soy abogado, no arquitecto. Aunque no sé qué terminaré siendo, para ser franco. Pero no han terminado las noches sin fin, ni la ceguera por mirar a pantallas de computadora, y por supuesto, tampoco las críticas interminables. Y lo que aprendí en esos dos años de Arquitectura me transformó como persona, aun cuando el único de mis diseños que ha visto la luz del día es el de una puerta de casa.

Mi educación me ha sido provista por una amalgama de especialistas en una diversidad de situaciones. Eso resultó en una perspectiva, creo yo, más rica y útil que la que tendría con una especialización total. Pero ha sido incidental e incompleta. Me he formado dentro de un sistema de educación secundaria que desalienta la colaboración con disciplinas distintas a la de uno.

El sistema de educación superior TIENE que cambiar

No existen los incentivos para que eso ocurra ni en la investigación, ni en la enseñanza, ni en el aprendizaje. Buena parte del dinero para investigación se le otorga a estudios monodisciplinarios.[1] Los criterios para la permanencia premian desproporcionadamente a profesores que se ciñen a currículos anticuados y aislados de la realidad. Los estudiantes solo tienen como opción electivas que no los capacitan para trabajar en equipos, ni para adaptarse a los cambios de la realidad ética, tecnológica y social a los que se enfrentarán más adelante. No pueden, siquiera, tomar cursos en departamentos o facultades fuera de sus concentraciones. Las universidades de por sí ponen obstáculos que impiden el reclutamiento de recursos que pudieran transformar esta situación. Los profesores e investigadores que sí logran reclutar y que tienen todas las ganas de cambiar las cosas, terminan yéndose o frustrados porque no pueden hacer su trabajo.

Los más complejos problemas sociales, tecnológicos y científicos que la humanidad tiene por delante requieren equipos grandes y perspectivas diversas. Las universidades están llamadas a proveer a sus estudiantes las herramientas para formar o colaborar en esos equipos. Están llamadas a transmitirles curiosidad y capacidad crítica para que puedan participar de un futuro de cambio constante y exponencial, a nivel social, económico y científico. Y están llamadas a aprovechar la tecnología a su disposición. Aunque soy de los que cree que la tecnología por sí sola no mejora el aprendizaje, no hay duda de que puede fomentar más cruces entre personas de distintas disciplinas, experiencias y recintos.

Los problemas se resuelven con diversidad de perspectivas

Un problema, incluso uno jurídico, no se resuelve con “juridicidad” o legalismos meramente. Se resuelve con un cúmulo de perspectivas. Se resuelve con la creatividad de un artista y con la lógica de un ingeniero. Los problemas en la vida real no se resuelven con una disciplina nada más. Se resuelven con el insumo de muchos campos.

El valor del polifacetismo lo he visto más claramente en las experiencias de muchos de mis excompañeros de Arquitectura. Algunos están trabajando como “arquitectos” propiamente. Pero muchos está poniendo pan sobre sus mesas de otras maneras. Algunos en profesiones “relacionadas” a la arquitectura, pero muchos otros en campos más alejados. Uno es diseñador industrial. Otra diseña el “UX” de aplicaciones móviles. Una trabaja con la experiencia del cliente en una cadena de comida rápida. Otro diseña ropa, y hay uno que tiene un restaurante.

Claro que algo de esto lo impulsa la necesidad. “Las cosas están malas y hay que buscárselas”. Pero la gama de posibilidades es mucho más amplia cuando sabes sobre muebles, música, espacialidad, experiencias de uso y moda, que cuando solo te has memorizado un libro de leyes.

De mis colegas abogados, los “afortunados” están haciendo trabajo legal en un bufete grande (algunos son felices con lo que hacen, muchos no), en un bufete pequeño que provee un poco más de variedad o con “los casitos que les caigan”. Muchos están, simplemente, desempleados o crasamente subempleados. Creo que en parte eso se debe a que nuestra formación mayormente es muy unidimensional y no vemos oportunidades de innovación.

La vida es mejor si sabes más. Mientras más aprendes, más herramientas tienes para vivir. Si eres físico y sabes algo de biología, podrás resolver problemas de biología con física. Si eres biólogo y sabes de música, podrás apreciar ritmos inspirados en la naturaleza o podrás comparar conceptos biológicos con los musicales para explicar algo complicado de manera sencilla.

Universidades: pónganse pa’ su número

A las universidades, que se pongan pa’ su número. Usen sus recursos para que los investigadores colaboren de manera interdisciplinaria. Premien a profesores no por transmitir datos embotellados, sino destrezas aplicables al cambio constante. Permitan que sus estudiantes puedan nutrirse del conocimiento de diversas áreas de conocimiento y no solo la de su concentración. Los currículos y sistemas de educación requieren una revolución. Al menos comiencen con remover los obstáculos que impiden que nuestros profesores, investigadores y estudiantes cumplan cabalmente con sus roles de darle la bienvenida al futuro.


 

[1] Aunque hay que decir que eso está cambiando de cierta manera. Las entidades encargadas de repartir dinero para investigación científica, como National Science Foundation en EEUU, están comenzando a premiar cada vez más la interdisciplinariedad.

*Atribución de imagen: “University Library” by x1klima– Creative Commons License Attribution-NoDerivs 2.0 Generic

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