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Golpes bajos

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Olfato periodistico

 

El exboxeador profesional Javier ‘Perrito’ Cintrón lleva algַún tiempo insinuando en su cuenta de Facebook que se apresta a regresar al ring.
Claro, se trataría de un regreso casi inusitado: el bayamonés tiene ya 46 años de edad y peleó por última vez en 2008.
Pero aunque hoy en día se le conoce más bien por ser el padre del dos veces olímpico, Jeyvier Cintrón, y dejó atrás un récord de 14-11-2 y 10 nocauts que no parece impresionante, lo cierto es que siempre le gustó al público e hizo algunas peleas importantes.
Entre estas se incluyeron dos fogosos encuentros con el futuro campeón mundial mosca de la OMB, José ‘Carita’ López.
Aunque me sonó un poco a broma y el Perrito siempre ha sido un tipo bastante bromista, admito que sus continuos avisos en Facebook comenzaron a intrigarme.
“El regreso: espérenlo”, ponía enigmáticamente debajo de una foto suya. “Por ahí viene”.

jeyvier

El Perrito, al centro, con sus hijos Jeyvier (izquierda) y Jeyvison.

 

 

Por consiguiente, el martes pasado, cuando me topé inesperadamente con él en el gimnasio del coliseo Pedro Rodríguez Gayá, de Cataño, resolví atacar la noticia, como si estuviera siguiendo todavía aquel consejo que el desaparecido y muy recordado Yamil Chade nos daba a los periodistas cuando nos soltaba lo que para él era tremenda primicia: ‘Tú lo publicas, y metes el…’.
Solo mis viejos compañeros de El Nuevo Día deben recordar la última palabra que decía entonces, que rimaba con ‘payaso’ pero era mucho más ofensiva.
En Cataño, el Perrito, a quien muchos años atrás yo le había dedicado una columna sugiriéndole que peleara con José ‘Miau’ Nieves y que el ganador se enfrentara después con Pedro ‘Kikirikí’ Feliciano, se encontraba viendo a Jeyvier, quien seguía preparándose para su debut como profesional y ese día se encontraba guanteando bajo las órdenes de su entrenador, el excampeón Iván Calderón.

 
Y mientras Jeyvier seguía enfrascado en un gran guanteo con el gurabeño Joshuantony Ortiz, abordé al Perrito a rajatabla.
“¿Es verdad eso de que estás pensando regresar?”
La forma en que reaccionó me hizo pensar que la cosa iba en serio: “Sí, pero no pongas nada todavía. Tienen que pasar algunas cosas… yo te aviso”.
Seguí indagando: “Pero, ¿estás entrenando?”
“Sí”.
“¿Y corriendo?”
“Todos los días. Con Jeyvier. Lo que estoy haciendo es aprovechando la preparación que él está haciendo para debutar como profesional para yo prepararme junto a él”.
Entonces agregó: “Voy a pelear en 122 libras y lo que yo quiero hacer es pelear en la misma cartelera en que él debute. Pero no para hacer solo esa pelea: si me va bien, haría más”.
Incluso dijo: “Calderón también me está entrenando y estoy guateando y todo, pero en el gimnasio del Barrio Amelia (el Félix Pagán Pintor)”.
Sin embargo, tal vez lo que dijo a continuación debió haberme dado un aviso de que había algo raro en el asunto.
“Lo que me interesan son las revanchas… como una con Carlos Valcárcel”, dijo.
Valcárcel, el olímpico de 2000 que estuvo activo hasta el año pasado, y quien trabaja en el gimnasio, se sonreía cerca de nosotros mientras lo seguía escuchándolo.
Resultaba que, en efecto, ellos habían peleado dos veces, cuando Valcárcel estaba dando sus primeros pasos como profesional y el Perrito sus últimos… aullidos.
Valcárcel lo recordaba perfectamente: “La primera la pararon en el segundo asalto por un corte que yo recibí y la declararon empate”, dijo, refiriéndose a una cartelera celebrada en el coliseíto Pedrín Zorrilla el 26 de mayo de 2006, estelarizada por Nelson Dieppa.

 
“Esa cartelera fue famosa porque se formó un motín mientras nosotros peleábamos: Alfredo ‘El Salsero’ Escalera estaba parado viendo la pelea y parece que no dejaba ver a unos fanáticos que estaban atrás, y, cuando uno le dijo algo, él se viró y le metiֶó un puño… y todos los que estaban con el otro le cayeron encima, porque no sabían que era el Salsero”.
Luego Perrito y Valcárcel pelearon otra vez cuatro meses más tarde en la Solá Bezares de Caguas, y volvieron a empatar, aunque a ocho asaltos.
“Peleamos en el peso que tú quieras”, le dijo el Perrito. “¿Cuánto quieres pesar? ¿126? ¿130?”
Pero Valcárcel lo tomó en broma.
“Nah, ya yo no vuelvo a pelear más nunca”.

 
Para terminarles el cuento, les diré que poco después, cuando el Perrito se alejó y Calderֶón me pasó por el lado luego de que Jeyvier terminara su guanteo, le pregunté a Iván si era verdad que el Perrito iba a regresar y que él iba a ser su entrenador.
“Estarás tú loco”, me dijo el dos veces excampeón mundial, mirándome con extrañeza de arriba para abajo antes de seguir su camino.
Pero me hacía falta corroborarlo todo definitivamente: le pregunté a Jeyvier si era verdad que su padre estaba entrenando a todo vapor a su avanzada edad y que el pobre hombre se amanecía todas las mañanas para hacer las carreras junto a él.
El muchacho se echó a reír: “Eso lo dice él para chavar… es tremendo charlatán”, me dijo. “Qué va a estar entrenando… él lo que hace es levantarse para irse a trabajar”.
Les confieso que salí de aquel gimnasio profundamente atribulado. Para un periodista, perder el olfato periodístico es lo peor que puede pasarle. Es casi como un perro que se queda sin pulgas.

 

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad. Acaba de publicar su primera novela, El último kamikaze, ganadora del Premio Nacional de Novela del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, En Facebook, Jorge Prez

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