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La sabiduría de Ali

 

Este sábado se cumplieron 40 años de uno de los sucesos más trascendentales ocurridos en la historia deportiva de este país: el 20 de febrero de 1976, días después de haber sido noqueado por don Cholito en su programa del mediodía, Muhammad Ali reiteró sus formidables poderes de recuperación y acabó en cinco asaltos a Jean Pierre Coopman para retener su título del peso completo.
De hecho, la pelea oficial fue lo menos trascendental del asunto: Coopman, natural de Bélgica y conocido como el León de Flandes, era un rival de escasos méritos que poseía un récord de 24-3 con 15 nocauts y que nunca había peleado fuera de su país natal, con la excepción de una pelea en Noruega.
Ali, entretanto, era ya un veterano monarca de 34 años de edad con marca de 49-2 y 36 nocauts, y al parecer había convencido a su promotor, Don King, de que le consiguiera una defensa suavecita después de su última pelea: su épica batalla con Joe Frazier en la famosa Thrilla in Manila celebrada apenas cuatro meses antes.
“Eso fue un espectáculo”, dijo recientemente el veterano juez y árbitro Roberto Ramírez, padre, quien trabajó de juez en esa pelea mientras el también boricua Ismael Quiñones Falú era el árbitro. “Ali se pasó agarrándolo por el cuello, ya que en esa época la regla no estaba clara, y luego lo noqueó cuando quiso”.
Ramírez lo resumió así: “Uno tiene dos formas de ver una pelea… para llevarla como juez, o como espectador, que es muy diferente. Esa pelea la vi como espectador únicamente”.
Porque no había dudas de quién iba ganando todos los asaltos hasta que el final se produjo a los 2:46 minutos del quinto episodio.

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Iris Chacón y don Cholito le hacen frente a Muhammad Ali.

 
De todos modos, fue una cartelera atractiva la que presentó Don King, la cual contó con un lleno total en el coliseo Roberto Clemente: incluyó una defensa de Alfredo ‘El Salsero’ Escalera.
Pero fue lo que ocurrió en los días previos a esa cartelera lo que realmente entusiasma los recuerdos: al igual que había hecho dos años antes cuando reconquistó el cetro ante George Foreman en Zaire, Ali no fue una de esas celebridades que llegaba a un país extraño envuelto dentro de las más astringentes medidas de seguridad y apenas podía distinguirse dentro de un mar de guardespaldas.
Por el contrario, Ali pasó varias semanas entrenando aquí, y participando en actividades promocionales.
Entre ellas, yo, que para entonces estudiaba en al UPR de Río Piedras, recuerdo una visita suya al campus, por el cual circuló tranquilamente, caminando entre los estudiantes.
Un compañero de estudios mío, que luego sería compañero de trabajo, me contaría después que había logrado acercarse a Ali y que incluso le había tocado y apretado un bíscep.
Según me lo contó, lo había hecho para comprobar cuán fuerte era, pero me sospecho que también lo hizo para confirmar que no solo era una figura mítica y legendaria, sino un hombre de carne y hueso.
Luego Alí tuvo una charla con los estudiantes, si mal no recuerdo en el Centro de Estudiantes, y allí respondió algunas de las preguntas que les hacemos a nuestros visitantes más famosos, aunque solo lleven días o incluso horas en Puerto Rico: “¿Qué es lo que más le gusta de Puerto Rico?”
Y es probable que Ali haya respondido lo que suelen responder siempre las celebridades masculinas: “Las playas… y ¡sus mujeres!”
Lo que sí sé es que algún estudiante le preguntó acerca del estatus político de Puerto Rico y su parecer al respecto.
Esta ya no era una pregunta tan tonta: Ali, después de todo, más allá de ser un gran boxeador, había sido un gran líder social, marginado y censurado y hasta despojado de su campeonato por su negativa a ser reclutado para el ejército, su oposición a la guerra de Vietnam y su activismo a favor de la igualdad racial.
Entretanto, la UPR era entonces un hervidero de protestas estudiantiles.
Para algunos, pues, era de esperarse que alguien como Ali, como mínimo, se expresara algo en contra de los Estados Unidos.
Pero Ali contestó algo que decepcionó a muchos: “Perdónenme, pero no estoy lo suficientemente informado como para hablar sobre eso”.
Aunque algunos de seguro lo interpretaron como un deseo de no meterse en problemas: lo cual era absurdo, puesto que esa era una de sus especialidades.
Otros, en cambio, lo vimos como la respuesta que deben dar los seres inteligentes y conscientes de la importancia de sus palabras, cuando le preguntan algo acerca de lo que no saben nada, o casi nada.
Gústele o no a la gente.
Pero Ali era Ali, claro, y nadie podía quedarse molesto con él por mucho tiempo.
Luego, claro, iría al programa de don Cholito a promocionar la pelea y, otro día, de nuevo junto a don Cholito, haría una presentación benéfica en la Pepín Cestero de Bayamón, en la que también se presentaría Iris Chacón, y siempre hubo de quedar para la historia la duda de si quien realmente se acreditó el nocaut fue el puño de José Miguel Agrelot o las potentes posaderas de la no menos legendaria Vedette de América.

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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