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Crónica: Una noche de ‘Pokejangueo’

Cayó el sol y la plaza de Mayagüez se convirtió en el refugio de aficionados de lo que podría ser el juego más popular del momento, Pokémon Go. Agrupaciones se acercaban desde sus automóviles al centro del lugar, con zapatillas deportivas y pantalones cortos. Esto, sumado al entusiasmo que expresaban en cada palabra y gesto, era la señal más clara, el Pokejangueo comenzaba.

Ante la oscuridad tenue de la noche, las pantallas de los celulares hacían brillar los rostros de quienes, con determinación, se imponían el reto de capturar un Pokémon extraño. Mientras, un radio conectado a un amplificador, obedecía las peticiones musicales de quienes deseaban escuchar su canción favorita. Lo que más acentuaba el ambiente era el bullicio y el júbilo.

Todos los espacios de este mayagüezano lugar estaban ocupados. La fuente central, las mesas del café de la esquina, las escaleras ubicadas en los cuatro puntos cardinales del área, los bancos y las aceras, fueron recuperados por personas de una amplia gama de edades que, según expresaron, antes no salían de sus hogares a divertirse.

“Esta es la primera vez que vengo a la plaza”, reportó, entre amigos, un joven mayagüezano, mientras cargaba la batería de su móvil en uno de los receptáculos del sector.

En lo que conversábamos, pasó frente a nosotros un joven deslizando una nevera azul, de tapa blanca, montada en un pequeño carrito. Su ingenio empresarial era evidente. Aprovechó la sed ocasionada por el ejercicio que la aplicación exige, para hacer su dinerito vendiendo botellas de agua.

De igual manera han experimentado beneficios económicos, dos negocios locales como resultado de estos encuentros no planificados.

“Yo les vendo los pokedulces, a cambio de pokechavos”, expresó, con el sentido del humor que nos caracteriza a los puertorriqueños, una emprendedora que ubicó su puesto de dulces típicos en la plaza, en respuesta al auge de nuevas visitas que recibe el lugar.

“Las ventas han incrementado desde que comenzaron a jugar Pokémon”, añadió, por su parte, una de las empleadas de un reconocido café de la ciudad del mangó.

En el momento pico de esta aventura, se escuchó desde una de las esquinas de la plaza, la voz de una joven que, con alegría, vociferó: “¡Aquí hay un Likitung!”, nombre de una de las criaturas más difíciles de encontrar en el juego. En respuesta, la multitud se movilizó corriendo para capturar el mencionado Pokémon. Entre alborozos, los jugadores deslizaban su dedo de abajo hacia arriba de la pantalla del celular para poder atraparlo. Posterior a unos minutos, se escuchaban las conversaciones en las que se compartía la misión cumplida.

Luego de unas horas, decidí partir. Sin embargo, dejaba atrás a aproximadamente cien personas, cuya aventura solo comenzaba.

Es importante resaltar de este Pokejangueo que, en contra de toda crítica y burla, cada noche allí se crea una pequeña comunidad, en donde el compartir, el ejercicio, los chistes, las risas y las conversaciones son los protagonistas.

Al reflexionar sobre el sedentarismo y la enajenación social que, en ocasiones provoca la tecnología, podemos quizás concluir que, esta vez la enfermedad funcionó como remedio.

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