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Los dos Estados Unidos

 

Estados Unidos quedó claramente partido en dos,  más allá del tradicional mapa electoral.

Dos Estados Unidos. Uno el de las grandes zonas metropolitanas. Diverso y usualmente con tendencia liberal.

El otro el de las áreas rurales, con una población significativamente blanca no hispana y conservadora.

A grandes rasgos la elección del republicano Donald Trump se decidió en tres estados: Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Los tres estados suman 46 votos del colegio electoral y en ellos las encuestas, consecuentemente, pronosticaron una victoria de la demócrata Hillary Clinton.

Desde 1988, esos tres estados habían favorecido al candidato demócrata. Trump venció en los tres por una ventaja combinada de solo unos 110,000 votos, con fuerte apoyo del electorado blanco no hispano.

De acuerdo a las proyecciones de las cadenas, sin esos tres estados Trump habría quedado con 260 votos del colegio electoral estadounidense. Clinton pudiera haber ganado con 278.

El resultado, sin embargo, debe quedar 306 a 232 a favor de Trump.

En Pensilvania, el electorado blanco no hispano significó esta vez el 81% del electorado, en comparación con el 78% en 2012.

Trump ganó el voto blanco no hispano de Pensilvania 56-40 y Mitt Romney en 2012, 57-42.  No hubo casi diferencia. Pero esta vez el electorado aumentó en unos 400,000 electores y el votante blanco no hispano representó un pedazo más grande del electorado.

En Wisconsin, donde la participación fue ligeramente más baja, Clinton perdió el voto blanco no hispano por 11%, cuando el presidente Obama había quedado por detrás de Romney en la elección de 2012 por solo 3%.

En Michigan, donde votaron unos 70,000 más que en 2012, Clinton también perdió el voto blanco no hispano por un porcentaje mayor al del presidente Obama en 2012.

A nivel nacional, la ventaja para Trump en el voto blanco no hispano fue de 58-37. En el caso de los blancos no hispanos sin educación universitaria, hombres y mujeres, el margen se amplía 67 a 38.

Clinton está encaminada a ganar el voto popular, y hasta anoche tenía una ventaja de 700,000 sobre Trump. Aunque los estadounidenses la prefirieron, el colegio electoral – que divide el poder de escoger al presidente de EEUU a través de los 50 estados y Washington D.C.-, es el que cuenta.

Es solo la quinta vez que en EEUU el candidato ganador del voto popular pierde la elección. La vez anterior fue en el 2000, cuando George W. Bush ganó la presidencia, pese a perder el voto popular frente Albert Gore. Desde el año 1992, los demócratas solo han perdido el voto popular en una ocasión, cuando el entonces presidente Bush venció a John Kerry.

Durante la campaña, el republicano Trump avivó a su electorado con las promesas de encarcelar a Clinton, derogar Obamacare, crear “mejores empleos”, acabar con el Estado Islámico y desbaratar el acuerdo nuclear con Irán, entre otras cosas. A ver cómo cumple con sus seguidores.

Pero, queda la preocupación de cuánto influenció el mensaje de “nosotros versus ellos”, es decir los miedos que sembró sobre la inmigración, el muro en la frontera con México, los indocumentados mexicanos (es decir los hispanos), y los creyentes del Islam.

Hubo un rechazo a Clinton en estados en la mayoría de los estados claves, los que deciden las elecciones. No obstante, genera ansiedad y preocupación que un sector de la población haya al mismo tiempo validado un discurso xenófobo, de tono racista y discriminatorio.

Tan pronto se conocieron los resultados, en las grandes ciudades hanprot-daj surgido protestas para denunciar a Trump. Para muchos de los que marchan en las calles esta es la primera vez que viven las contradicciones del sistema electoral estadounidense.

Trump, quien desde la elección de Barack Obama impugnó falsamente la nacionalidad estadounidense del primer presidente negro de EEUU, se quejó en 2012 del colegio electoral, cuando pensaba erróneamente que Mitt Romney había ganado el voto popular.

“El colegio electoral es un desastre para la democracia”, tuiteó Trump el 6 de noviembre de 2012, al abogar, también con pleno derecho, por “marchar en Washington y frenar esta parodia”.

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